viernes, 24 de marzo de 2023

Dulcinea Bellido Carvajal - Breve semblanza de sus primeros años en Valencia del Ventoso

Dulcinea Bellido Carvajal - (1936 - 2001) - cofundadora del Movimiento Democrático de Mujeres (MDM) y destacada activista en la lucha por la igualdad y las libertades durante la dictadura franquista y la transición democrática

  “¿Quién es ella? ¿Quién fue Dulcinea Bellido?

Las crónicas de aquellas que aman las luces de la memoria dicen que Dulcinea fue una batalladora incansable por los derechos y libertades de los hombres y de las mujeres que habitaron su espacio y su tiempo. Desde que era prácticamente una niña, tenía 17 años cuando entró a formar parte de las Juventudes Comunistas, allá por 1953, ya tenía una conciencia muy sólida sobre quién era, sobre las injusticias que la rodeaban y sobre el mundo que habitaba”

(Carmen Barrios Corredera, “Rojas Violetas y Espartanas, Mujeres en Lucha”)

En estos último días en que me encontraba intentando completar y redactar lo mejor posible esta semblanza o breve biografía de Dulcinea, encontré casualmente una noticia que publicaba el Diario de Cádiz el pasado día 3 de marzo sobre los actos de homenaje a Dulcinea como figura precursora del Movimiento Democrático de Mujeres. Actos que con motivo del 8M estaba organizando el Partido Comunista de la Bahía de Cádiz en el Puerto de Santamaría y en el que se anunciaba la presencia y participación del hijo de Dulcinea, Daniel Lobato. 

 

Dulcinea en un mitin del PCE. Plaza de Toros de Vista Alegre, Madrid, 1977

De esta noticia, me llamó mucho la atención el nombre con el que se había dado título al cinefórum organizado dentro de los actos programados. Este cinefórum se titulaba: “Dulcinea Bellido, la gran olvidada”. Pensé que si para mi, que soy una persona relativamente mayor , voy a cumplir 70 años, que me considero aficionado y apasionado por la investigación de la historia de nuestro pueblo y sus gentes; pues si para mi, hasta hace unos pocos años la figura y trascendencia de Dulcinea Bellido me era completamente desconocida, puedo suponer que para el resto de paisanos de Dulcinea, exceptuando sus familiares, les ocurrirá igual. Entiendo que no podemos decir que Dulcinea sea aquí en su pueblo la gran olvidada, porque como bien dice mi querido amigo José María Lama no se puede olvidar lo que no se conoce, por lo que me vais a permitir que piense que aquí en su pueblo natal Dulcinea Bellido Carvajal no es la gran olvidada sino la gran desconocida, por lo menos hasta ahora y espero y deseo que tras estas jornadas de homenaje y reparación de su memoria podamos todos reencontrarnos con ella.

En esta breve semblanza de Dulcinea Bellido trataré de abordar la parte menos conocida de su vida, sus primeros años, esa breve etapa de su trayectoria vital que transcurrió aquí en Valencia del Ventoso, esos breves pero frenéticos años en los que sufrió, padeció y contempló con sus inocentes ojos de niña la violencia, el hambre y la brutal represión de aquellos terribles sucesos que le marcarían para toda la vida.

Antes de comenzar a hablar de Dulcinea vamos a intentar dar unas pinceladas de la realidad socio económica de Valencia del Ventoso en ese periodo tan convulso de nuestra historia reciente en que ella viene al mundo.

A finales del primer tercio del siglo XX, Valencia del Ventoso era una población de cerca de cinco mil habitantes dedicados principalmente a la agricultura y la ganadería, en la que existía un enorme abismo social entre el reducido grupo de grandes propietarios y el numeroso grupo de pequeños campesinos y braceros locales.

Este desequilibrio social había ocasionado ya graves conflictos, como los lamentables y trágicos sucesos ocurridos en octubre de 1918 como consecuencia del paro, la carestía de vida y el hambre que dieron lugar a una prolongada huelga y protesta social de campesinos, braceros y empleadas de hogar, que se salda con numerosos heridos, varios huelguista fallecidos en enfrentamientos con las fuerzas públicas y un elevado número de detenidos que son procesados y condenados a severas penas de prisión.

Estas particulares características socioeconómicas de Valencia del Ventoso y este temprano grado de contestación social le convierten por aquellos años en unos de los focos del movimiento obrero de la provincia de Badajoz, de tal forma que en 1921 es la segunda población, después de Azuaga, en contar con un alcalde socialista y con una de las agrupaciones socialistas más activa y numerosa de la provincia, que fundada en 1915, contaba con más de setecientos afiliados.

Un familiar cercano a Dulcinea Bellido, su tío abuelo, Benito Matos Gallardo, como ya veremos más adelante, será uno de los dirigentes obreros y políticos protagonistas de estas luchas sociales. 

 

Portada de La Cuestión Social en Extremadura, Ezequiel Fernández Santana, Los Santos, 1935
 

Este temprano grado de contestación social y rebrote de organizaciones obreras de ideología marxista, unido a la circunstancia de que Ezequiel Fernández Santana, El Cura de Los Santos, principal representante extremeño de la llamada “doctrina social de la Iglesia”, era natural de Valencia del Ventoso, propician que sea esta población una de las primeras localidades extremeñas en la que El Cura de Los Santos comience a poner en práctica estas doctrinas del catolicismo social que pretendían luchar contra la propagación en el medio rural de las ideas socialistas.

La Cuestión social en Extremadura es un pequeño ensayo publicado por Ezequiel Fernández Santana, El Cura de Los Santos, a finales de 1935, pocos meses antes del nacimiento de Dulcinea. Reproducimos a continuación el texto de su primer capítulo o introducción que el autor titula “Esto no puede ser”. Este texto escrito por una persona poco o nada sospechosa de revolucionaria o izquierdista nos pone de manifiesto la terrible, perversa e injusta situación que venían sufriendo los trabajadores y las humildes familias de Valencia del Ventoso en aquellos tiempos en que Dulcinea viene al mundo.

“Esto no puede ser. La frase que encabeza este capítulo y que hemos repetido al empezar, fue proferida por una conciencia justamente indignada, ante un hecho bochornoso e inconcebible, en un pueblo cristiano extremeño en pleno siglo XX. Y este hecho contra el que clama de consumo la justicia y la caridad ha sido la causa ocasional de este deslavazado opúsculillo.

Hace muy pocos meses, hallándome un día en la estación de la vía férrea de mi pueblo, uno de los pueblos más hermosos de Extremadura, donde hace mucho tiempo reinó la paz, basada en la justicia, y la caridad y la abundancia, producida por la inagotable fertilidad de su suelo, se acercó a mí una mujer del pueblo, al parecer no de la clase ínfima, y en brevísimas palabras me hizo la historia de sus desdichas: “Cual será nuestra necesidad, me dijo, que mi marido gana un jornal de tres pesetas cada diez días y no tenemos más que eso. Hace poco tiempo se me ha muerto un hijo de hambre y me queda otro que se me está muriendo de lo mismo”. Involuntariamente salió ardiendo de mi garganta la frase: Esto no puede ser, y con fuego quedó gravada en mi mente, sin que durante muchos días los varios sucesos de la vida pudieran borrarla.

La primera vez que volví, que fue a los pocos días, quise comprobar la exactitud del relato y desgraciadamente quedó confirmado en todas sus partes.

El párroco me corroboró que ganaban los obreros un jornal de tres pesetas, no ya cada diez días, como la semana anterior, sino cada doce; y el más antiguo de los médicos titulares, sin yo preguntarle, sino porque así lo exigió el curso de la conversación, con una naturalidad que a mí me heló la sangre, me dijo: “Nada, D. Ezequiel, aquí se está muriendo la gente de hambre”. Inquirí los medios que se habían arbitrados en situación tan grave y el párroco me dijo que hacía pocos días había habido una junta de mayores propietarios y éstos negaron toda cooperación a la autoridad, dando como razón que no era a ellos a quienes correspondía, ni resolverla, ni mitigarla.

Ante este espectáculo, que yo no quiero calificar, sino que lo dejo al recto juicio del lector, y que generalizado es el de muchos pueblos de Extremadura, no puede uno menos de preguntarse: ¿Dónde ha ido a parar la caridad? ¿Dónde está el espíritu cristiano?

¿Es que estos cristianos de nuestros días toman de la religión sólo lo que les conviene; la resignación cristiana en las adversidades, la sumisión, el respeto y la conformidad con la voluntad de Dios en los de abajo y rechazan de plano los imperativos categóricos de la justicia y la caridad? ¿Es que desconocen también la función social de la propiedad? Ante esto resalta la necesidad y la justicia de la leyes limitativas del uso de la propiedad, porque el primer deber del Estado es el bien común y ante él han de subordinarse los derechos particulares.

(Ezequiel Fernández Santana. “La Cuestión social en Extremadura”, Imprenta del Boletín Parroquial de Los Santos de Maimona (Badajoz), 1935, págs. 1-6)

Apenas tres años después de publicarse esta palabras, el 11 de noviembre de 1938, fallecía su autor, Ezequiel Fernández Santana, en Los Santos de Maimona, los graves acontecimientos que se desencadenaron le sumieron en una gran tristeza minando sin remedio su salud.

La injusta situación denunciada por El Cura de Los Santos es confirmada por la noticia que aparece publicada el 5 de diciembre de 1935 en el Diario Hoy de Badajoz, en aquella época un medio afín a la derecha y a la Iglesia:

Varias reuniones de propietarios de Valencia del Ventoso para resolver el paro obrero” - Valencia del Ventoso, 4.- El día 2 fueron citados por el alcalde los propietarios de ésta para ver de solucionar la honda crisis de trabajo que padecen los obreros. La mayor parte de los señores propietarios no asistió.

...

El día 3, a las cinco y media de la tarde, segunda citación: de 52 citados, sólo se reunieron 3, segunda reunión en el mismo día a las 8 de la noche se reunieron 14; los industriales y comerciantes acordaron remediar con arreglo a sus fuerzas el paro, ya que los propietarios se negaban a hacerlo.

(Diario Hoy – Badajoz – 5-12-1935, pág. 7 )

Debemos tener en cuenta que este alcalde y ayuntamiento que intentan, sin resultado, recabar la ayuda de los grandes propietarios para resolver la injusta crisis, no ya de trabajo sino de subsistencia, que venía sufriendo la clase obrera, era el alcalde y el ayuntamiento de derechas impuesto por el gobernador civil tras la caída del gobierno de Azaña y el triunfo de las derechas en la elecciones de 1934. Podemos imaginar cual sería el grado de colaboración y ayuda de estos inhumanos y desalmados grandes propietarios y terratenientes a partir del triunfo del Frente Popular en la elecciones de febrero de 1936. 

Cartel de las Jornadas de Homenaje a Dulcinea Bellido

Dulcinea Bellido Carvajal nació a la diez de la noche del 19 de abril de 1936. Dentro de poco días cumpliría 87 años. Dulcinea nace en la casa de esquina de la, entonces, calle Milanero con la calleja Alcántara, actualmente casa n.º 2-A de la Calle Ronda, esquina a la Calle Valle, en Valencia del Ventoso. Los padres de Dulcinea, Benito Bellido Matos y María Carvajal Besonía formaban una familia humilde, el padre era zapatero. Sus abuelos paternos eran Sixto Bellido Borrallo y Remedios Matos Gallardo y por línea materna Francisco Carvajal de la Rua y Dolores Besonía Gordillo. La familia la integraba, junto a los padres, un hermano mayor que Dulcinea: Israel.

Los padres Benito y María formaban una curiosa pareja: el padre, Benito Bellido, era un socialista moderado asiduo de la Casa del Pueblo, la madre, María Carvajal, que estuvo enferma buena parte de su vida, era una devota practicante católica.

Un hermano de Remedios Matos, la abuela paterna de Dulcinea, y por tanto tío abuelo de Dulcinea, Benito Matos Gallardo, era también socialista, un socialista con fama de prudente y tolerante. Fue de los pioneros fundadores de la Casa del Pueblo y uno de los dirigentes obreros que crearon la primera Agrupación Local Socialista en 1915. 

 

Placa de reconocimiento colocada en la fachada de la casa donde nació

Benito Matos, este tío abuelo de Dulcinea, formó parte, como teniente de alcalde del primer ayuntamiento socialista local constituido el uno de abril de 1921, en el que fue elegido alcalde Cruz Martínez García, primer alcalde socialista de Valencia del Ventoso y segundo de Extremadura después del de Azuaga.

Benito Matos volvería a ejercer de teniente de alcalde en el primer ayuntamiento de la Segunda República constituido en abril de 1931 con el socialista Félix Guarnido de alcalde. En septiembre de 1933 y tras la renuncia a la alcaldía de Félix Guarnido por motivos de salud, ejercerá durante casi un año de alcalde de la localidad hasta el 30 de agosto de 1934 en que, por orden del Gobernador Civil, son suspendidos en sus funciones el alcalde, Benito Matos y todos los concejales socialistas. 

 Un par de meses antes del nacimiento de Dulcinea y pocos días después del triunfo del Frente Popular en la elecciones generales, el 21 de febrero de 1936, Benito Matos vuelve a ejercer de alcalde ya que los concejales electos el 12 de abril de 1931, que habían sido depuestos de forma arbitraria, vuelven a ocupar sus puestos de concejales de forma simbólica durante cuatro días, hasta el día 25 que se constituye el nuevo Ayuntamiento del Frente Popular. 

Portada del programa de la fiestas del 1º de mayo de 1936 en Valencia del Ventoso (Archivo particular de la familia Bellido Barroso)

Dulcinea acababa de cumplir su tercer mes de vida cuando se produce el Golpe de Estado que daría comienzo a una cruenta y larga Guerra Civil. Como en todas las poblaciones de la zona que en un principio permanecen fieles a la República, en Valencia del Ventoso se constituye el Comité de Defensa de la República y el padre de Dulcinea, Benito Bellido, militante socialista, se pone a disposición del Comité realizando guardias y servicios de vigilancia. Paradójicamente esta fidelidad a la legalidad republicana le costaría, como a tantos otros, una condena a varios años de prisión por el delito de “Adhesión a la rebelión

 

Viñeta de "La Guerra Civil Española" Adaptación a cómic de la obra de Paul Preston por José Pablo García 

Un par de meses después, el tiempo que la población permaneció fiel a la República, ante la inminente llegada del ejército sublevado, el padre de Dulcinea, Benito Bellido, partió con el último grupo de hombres, mujeres, ancianos y niños que huyeron de Valencia del Ventoso la tarde del 15 de septiembre, unas horas antes de la entrada en el pueblo de los militares, guardias civiles y falangistas sublevados, al mando del capitán Navarrete. Este grupo de huidos junto con otros grupos que partieron de distintos puntos del suroeste de la provincia conformaron la llamada “columna de los ocho mil” que pretendía llegar a la zona republicana por Azuaga, pero que fueron interceptados y ametrallados por los rebeldes en las inmediaciones de Llerena. Benito será uno de los afortunados integrantes de la columna que logra llegar sano y salvo a la zona republicana integrándose poco después en las milicias de la República. 

 

La columna de los ocho mil - Foto: Imágenes contra el olvido

Al día siguiente de la salida de este numeroso grupo que huía hacia la zona republicana, la mañana del 16 de septiembre de 1936, un heterogéneo grupo de tropas rebeldes, falangistas, guardias civiles y otros voluntarios procedentes de Fuente de Cantos y al mando del capitán Navarrete, toman sin resistencia alguna Valencia del Ventoso. Unos días antes, el 11 de septiembre, cerca del Ardila, había sido brutalmente asesinado un guardia civil, fue la única víctima que las autoridades republicanas locales no pudieron evitar en aquellos dos convulsos meses de estado de guerra en que hicieron todo lo posible por mantener la legalidad republicana en la población. En los siguientes días, finales de septiembre y primeros de octubre, más de cuarenta valencianos, mujeres y hombres simpatizantes de la República, son vilmente asesinados ante los pelotones de fusilamiento en las tapias del cementerio.

Los numerosos familiares de los republicanos huidos, esposas, hijos, hermanos, serán las indefensas víctimas de la venganza y el terror de los rebeldes. Aparte del asesinato, el terror y la humillación pública ejercida por los falangistas y la gente de orden, como ellos mismos se autoproclamaban, se cebó en las mujeres y en las hijas de los republicanos huidos o asesinados. Muchas de estas mujeres y niñas republicanas fueron detenidas, rapadas, peladas al cero, obligadas a beber ricino y paseadas por las calles del pueblo mientras se hacían su necesidades. Toda esta cruel atrocidad es orquestada sin compasión para que sirvieran de escarnio público con la perversa finalidad de humillarlas y aterrar a la población. Un castigo ejemplar para advertir a las demás mujeres que no debían salirse de su destino “natural”. Destino natural que no era otro que el fijado por la reaccionaria tradición católica de ejercer de madre y esposa, y no aspirar a nada más.

Dulcinea Bellido, con poco más de tres años de edad, también va a ser víctima inconsciente de esta desatada y cruel represión contra todo lo que olía a república contra todo lo que olía a libertad. Una forma de represión aunque más sutil, menos brutal, no por ello menos humillante, sin embargo Dulcinea entonces no fue consciente de ello, lo descubriría años más tardes.

El padre de Dulcinea, Benito Bellido, era un lector empedernido, como su madre y abuela de Dulcinea, Remedios Matos. Benito era un amante de la lectura. Nos comentaba Mercedes Comabella, amiga y compañera de Dulcinea, que ésta era una gran lectora, podemos intuir de dónde le venía esa hermosa afición.

Una de la joyas más preciadas del humilde hogar familiar de Benito era una hermosa edición ilustrada del Quijote del que era un fervoroso lector, posiblemente sería un ejemplar de las buenas ediciones que se hicieron en la Barcelona de los años treinta. Este tesoro de Benito, su Quijote, junto con su traje de boda fueron las dos importantes pertenencias que la familia echó en falta cuando después de unos días de estancia en el campo, tras la entrada de los golpistas, decidieron volver a su casa que como todas las de los republicanos habían sido saqueadas por los sublevados. Nos cuenta la familia que años después cuando Benito pudo regresar al pueblo al ver a un señor que pasaba montado en una caballería le dijo al familiar que le acompañaba señalando al caballista que se alejaba: “Ahí va mi percha”. Benito había reconocido con rabia y tristeza su traje de boda en la percha del aquel señor.

Pues bien el padre de Dulcinea, acogiéndose, como otros muchos padres y madres republicanos, a las nuevas normas sobre el Registro Civil decretadas en mayo de 1932 por el gobierno de la República, normas que autorizaban a los padres a inscribir en el registro a sus hijos con cualquier nombre propio, aunque éste no estuviera recogido en santoral religioso alguno. Benito acogiéndose a este nuevo derecho decide poner por nombre a su hija el hermoso y poético nombre con el que todos la seguimos recordando: Dulcinea, ese mítico personaje del Quijote, y así la inscribe en el Registro Civil de Valencia del Ventoso al día siguiente de su nacimiento.

En febrero de 1939 el gobierno de los sublevados dicta una orden a los Registros Civiles por la que se obliga a imponer nuevo nombre a todos los inscritos con nombres exóticos o extravagantes en esos años de la República. Para ello ordena citar a los progenitores o representantes legales para que elijan un nombre de los autorizados, llámese santoral católico, para sustituir a los declarados ilegales. Si no comparecen en el plazo establecido se sustituirá de oficio por el del santo del día que fueron inscrito.

En junio de 1939 es citada María Carvajal, madre de Dulcinea, en el Juzgado Municipal para que designe el nuevo nombre que se impondrán a Dulcinea, ya que las nuevas autoridades locales impuestas por los golpista consideraron su hermoso nombre ilegal por exótico y extravagante. La madre elige el nombre de María, por lo que a partir del 3 de junio de 1939, en la ficha del acta de inscripción de nacimiento de Dulcinea aparece tachado el nombre de Dulcinea y a reglón seguido el nuevo nombre impuesto: María. 

 

Acta de la inscripción de nacimiento de Dulcinea. Registro Civil de Valencia del Ventoso

Esta fue la sutil represión que sufrió Dulcinea con tan solo tres años. Afortunadamente las reaccionarias autoridades franquistas no se salieron con la suya pues ella siguió y sigue siendo conocida por Dulcinea y ese hermoso nombre lo llevan hoy con orgullo varias mujeres de su familia.

No debió ser fácil para ella conservar su nombre en los documentos oficiales, y creo que debió ser un empeño personal conservarlo como un reto más de su coraje y su lucha contra la injusticia. Que conservar oficialmente su nombre no fue una tarea fácil nos da fe la carta sin fecha, que por el contexto sería de primeros de junio de 1977, que dirige a su tío Juan Bellido y que nos ha sido facilitada amablemente por Remedios Bellido, hija de Juan y prima de Dulcinea, y que transcribimos:

Querido tío Juan: Pido disculpas por recurrir sólo cuando “Truena”, pero te agradecería que me hicieras esta gestión. Si te causa algún trastorno te ruego que me llames y me desplazaría urgentemente, pero si puedes facilitar que Nicasio se lo traiga me facilitarías mucho todos los follones. La necesito, la partida para la candidatura a Diputado por Madrid y hay un plazo muy breve. Un abrazo a todos.”

Al Dorso: “Partida de nacimiento que diga para “Candidatura electoral”- Que insistas en que ponga María Dulcinea – Por favor muy urgente.” (Archivo familiar de Remedios Bellido Barroso)

Una vez terminada la Guerra, en la primavera de 1939 Benito Bellido es hecho prisionero, sabemos que a primeros de 1940 se encuentra en el Campo de Concentración de León, poco después es trasladado a la prisión de Almendralejo donde tras un simulacro de Consejo de Guerra, en septiembre de 1941, es condenado a 12 años de prisión.

En estos primeros años de posguerra y hambre el franquismo no podía soportar la presión de tantísimos presos en su perverso y sórdido sistema carcelario, por ello la generalizada conmutación de condenas de la que sería beneficiario Benito, ya que antes de 1947 se encuentra en libertad y regresa a Valencia del Ventoso, pero la presión y la humillación ejercida por los vencedores en un ambiente tan cerrado y pequeño como el pueblo le hace machar a Madrid en busca de un futuro mejor para su familia. 

 

Dulcinea con su hija Violeta, finales de 1959. Foto: archivo familiar de Remedios Bellido Barroso

Sabemos por el bello relato de Carmen Barrios y por el testimonio de su hijo Daniel que Dulcinea con ta solo ocho años, en 1944, con su padre en prisión tiene que ponerse a trabajar, a servir, para ayudar a la familia, y entra a trabajar en la casa de uno de esos grandes propietarios, de esos señoritos desalmados que años antes se negaban a ayudar a resolver el problema del paro y la crisis de subsistencia de las familias de los obreros. El cruel castigo sufrido por atreverse a tocar y comer una uva del racimo que adornaba la mesa del señorito marcarán para siempre los recuerdos de la triste infancia de Dulcinea.

Poco tiempo después Dulcinea, su madre y su hermano marcharán a Madrid a reunirse con su padre.

El resto de la trayectoria vital de Dulcinea ya lo vimos ayer a través de la magistral ponencia de Francisco Arriero, el documental “Mujeres en lucha” y los testimonios de su amiga y compañera Mercedes Comabella y de su hijo Daniel Lobato.

 

Dulcinea en un mitin sobre la mujer organizado por el PCE, Madrid, mayo de 1977

Uno de los testimonios de ayer que me hicieron ver claramente la importancia de Dulcinea y su aportación a la lucha de las mujeres por la igualdad, fue cuando Mercedes Comabella, compañera, amiga y cofundadora con Dulcinea de MDM, nos refirió que sin Dulcinea, sin su fuerza, sin su coraje, el MDM no hubiera existido. 

Anuncio de un mitin del PCE en el Teatro López de Ayala de Badajoz en el que participó Dulcinea (Diario Hoy. Badajoz. 10 de junio de 1977) 

En una entrevista que, con motivo de estas jornadas, ha realizado Rafa González a Daniel Lobato y que ha sido publicada hace un par de días por Mundo Obrero, Daniel confiesa que cree que su madre no consiguió reconciliarse con el pueblo una vez que lo dejó atrás.

Era lógico que no lo consiguiera, que intentara olvidar y alejar su pensamiento de esta tierra, esta tierra que solo pudo significar para ella miedo, hambre, horror y miseria.

Es lógico que Dulcinea no consiguiera reconciliarse con su pueblo, pero es de justicia que su pueblo si intente reconciliarse con ella y sentirse orgulloso de su legado de su generosidad de su lucha. Este encomiable intento de reconciliarse con Dulcinea y perpetuar su recuerdo en la tierra que le vio nacer llevado a cabo por nuestro Ayuntamiento con la fundamental ayuda del MDM, creo humildemente que aunque tarde ha conseguido esa reconciliación ya que a Dulcinea la hemos sentido presente, muy presente entre nosotros aquí en su pueblo en estas dos memorables jornadas.


Muchas gracias.


(Semblanza leída el 12 de marzo de 2023 en Valencia del Ventoso, con motivo de las Jornadas-Homenaje a Dulcinea Bellido Carvajal)


© Lorenzo Suárez, marzo de 2023

 

Para saber más sobre Dulcinea Bellido Carvajal: 

Barrios Corredera, Carmen, "Las uvas de Dulcinea" en Rojas, Violetas y Espartanas, Mujeres en Lucha, Utopía Libros, Madrid, 2018

Arriero Ranz, Francisco, El movimiento Democrático de Mujeres: De la lucha contra Franco al feminismos (1965-1985), Los libros de la Catarata, Madrid, 2016   

El hilo rojo que me llevó hasta Dulcinea Bellido Carvajal - Artículo de Carmen Barrios en Mundo Obrero

Dulcinea Bellido Carvajal, crónica de una voz por fin reparada en otras voces - Artículo de Carmen Barrios en Mundo Obrero


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