domingo, 27 de febrero de 2022

Cien años de olvido. La odisea y trágico final del soldado Ignacio López

 

Sobreviviente del desastre de Annual, fugado de los campos de prisioneros de Abd el-Krim, recibido y celebrado como héroe de la patria y su infame y trágico final. 

 

Foto: Mundo Gráfico

Algunos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el cabo Ignacio López había de recordar aquella tarde no tan lejana en que su padre junto al alcalde y casi todo el pueblo acudieron a la estación del ferrocarril para recibirle con los honores de un héroe de la patria.” Parafraseando la conocida frase inicial de la novela de García Márquez, así podría comenzar la crónica de la trágica historia del soldado Ignacio López.


Primeros años

Ignacio López Borrallo nació en la calle Nueva de Valencia del Ventoso a las siete de la tarde del martes 4 de mayo de 1897, su padres, Natalio López Tejada y Josefa Borrallo Domínguez formaban una modesta familia. El padre, natural de la vecina Fregenal de la Sierra, era un sencillo obrero del campo. Félix Borrallo y Antonia Domínguez, naturales también de Valencia del Ventoso eran sus abuelos maternos. Los abuelos paternos eran Román López y Manuela Tejada, ambos naturales y vecinos de Fregenal.

Como la gran mayoría de los humildes campesinos extremeños en aquellos tiempos, el padre, Natalio López, no sabía leer. Sin embargo, Ignacio si tuvo formación escolar básica. Posiblemente asistiría a las escuelas diurnas y nocturnas, para adultos, que dirigía en aquellos primeros años del pasado siglo el buen maestro y divulgador científico que fuera Juan Bustillo Muñoz. Ignacio siguió el humilde oficio del campo como su padre y compaginó la escuela con el trabajo de jornalero agrícola, hasta llegado el momento de entrar en quintas.

Natalio López Tejeda, padre de Ignacio - Foto: Familia López Mateos

El injusto sistema de quintas

Desde mediados del siglo XIX, el injusto y perverso sistema de quintas venía generando un profundo descontento popular, habiendo originado más de una revuelta y amotinamiento en la Valencia del Ventoso de estos años de entresiglos. El sistema tenía su origen en la Constitución de Cádiz de 1812, que vino a establecer en España el servicio militar obligatorio para los varones. La distintas Leyes de Quintas que desarrollaron este principio constitucional contemplaban que los mozos que entraban en quinta podían eludir el servicio militar mediante un elevado pago en metálico o costeando a un sustituto, por lo que en la práctica solamente los hijos de los pobres servían en el ejército de reemplazo.

Unos años antes de entrar Ignacio López en quintas, la Ley de Quintas de 1912, queriéndose hacer eco del malestar y las revueltas en contra del sistema, redujo la duración del servicio militar de seis a tres años y suprimió las sustituciones y la redención del servicio con pagos en metálico. Pero, sin embargo, creó la figura del soldado de cuota, que podía reducir el tiempo de servicio en filas a ocho o incluso a cinco meses con el pago de cantidades desmesuradas e inalcanzables para las clases humildes. Además el soldado de cuota debía sufragarse alojamiento y sustento fuera del cuartel, a cambio podía elegir destino y, por supuesto, quedaba exento del temible servicio en África.

Desde 1909, España libraba una cruenta guerra colonial en el norte de Marruecos que enfrentaba a los ejércitos españoles contra los rifeños, población indígena que poblaba el este del llamado Protectorado Español de Marruecos. La tribus indígenas del Rif sostenían una feroz resistencia a la dominación española. Como hemos visto, pese a las supuestas mejoras de la Ley de Quintas de 1912, continuaron siendo los hijos de los pobres los que siguieron nutriendo las filas del ejército que sembraba con cadáveres de jóvenes españoles los árido paisajes del norte de África.

El inicio del servicio militar comenzaba con el alistamiento del mozo. Ignacio López fue llamado a filas en el reemplazo de 1918, como establecía la llamada Ley de Quintas (Ley de Reclutamiento y Reemplazo de Ejército de 1912). El alistamiento debía realizarse a comienzos del año en que el mozo cumpliera los 21 años. En el alistamiento, el ayuntamiento elaboraba un listado de todos los mozos de la localidad que cumplían los requisitos de edad para el servicio militar, se censaba a cada mozo tomándole los datos personales. El tercer domingo del mes de febrero se llevaba a cabo el sorteo de los mozos en un acto público en el ayuntamiento, a cada mozo se le asignaba un número que era de gran importancia para el futuro destino militar del joven. La última parte de este proceso era la clasificación en la que se determinaba si el mozo era o no útil o apto para el servicio militar.

La clasificación de la quinta de 1918 de Valencia del Ventoso tuvo lugar el domingo 3 de marzo. El martes anterior, 26 de febrero, el pleno del ayuntamiento había ya acordado nombrar al médico titular, Francisco Hidalgo Ruiz, para realizar el reconocimiento facultativo a los mozos y al licenciado del ejército Julián Pujol Suárez para practicar la talla de los quintos. En el acto de clasificación, además del reconocimiento por el médico que debía certificar si el mozo era útil para el servicio militar o, por el contrario, padecía alguna enfermedad o defecto físico por el que quedara exento, se medía la altura del joven, se le “tallaba”, para comprobar que daba la talla mínima fijada por la ley, 1,50 m., también se le pesaba, el peso debía ser superior a 48 Kg., y se medía su diámetro torácico, mínimo 75 cm.

Una vez terminado todo este procedimiento municipal con los quintos de cada año, el ayuntamiento nombraba a un comisionado o encargado de presentar, en el mes de agosto, a los quintos disponibles para el servicio militar en la Caja de Recluta de Zafra, que era a la que en aquellos años pertenecía Valencia del Ventoso. A partir de ese momento terminaba la responsabilidad del Ayuntamiento y los quintos pasaban a ser reclutas, se le entregaba la cartilla militar y quedaban bajo la jurisdicción del ejército, volviendo de nuevo a sus casas hasta que desde la Caja se les llamara a concentración. 

Protectorado español de Marruecos. Foto: melillahoy.es

 Rumbo a África, destino: Melilla

Ignacio López fue llamado a concentración a primeros de febrero de 1919, a partir de esta fecha comenzaba a contar el periodo legal de tres años de servicio activo en filas. Al recluta Ignacio López la suerte le jugaba una mala pasada, el número que le tocó en el sorteo de febrero del año anterior le señalaba un destino por todos temido: África, Melilla, donde se libraba una cruel y absurda guerra. Ignacio sabía que muchos paisanos no habían vuelto de este trágico destino, como pasó a los jóvenes Juan Aguilar Redondo y Agustín Fernández Domínguez, muertos en combate unos años antes, en 1914, o como el joven Telesforo Cachero Guillen, del reemplazo de 1910, herido de gravedad en una emboscada cerca del Monte Arruit, posición donde años más tarde serían asesinados, tras rendirse, más de tres mil jóvenes soldados españoles.

Una vez concentrado en la Caja de Zafra, Ignacio López se une al convoy militar que, primero en tren y luego en barco, le llevará hasta Melilla. Allí se incorpora a su destino: el Regimiento de Infantería Melilla n.º 59, en la 6º compañía del segundo batallón. Los tres primeros meses, tras la incorporación de Ignacio al Regimiento, son los dedicados al periodo de instrucción de reclutas, teórica y prácticas militares, tras el cual a mediados de mayo, juró bandera, acto simbólico de obediencia que convertía al recluta en soldado.

Con ese corto periodo de formación militar, tres meses escasos de instrucción, se suponía que el recluta, ya convertido en soldado, estaba preparado para entrar en combate. Ignacio López pasa a ser uno de los trompetas de su regimiento debido seguramente a algún conocimiento musical adquirido en la Banda Municipal de Música de su pueblo. Estos primeros meses de la vida de cuartel son relativamente tranquilos. Durante el periodo de la Gran Guerra Europea, que acababa de terminar a finales de 1918, la Guerra de Marruecos pasó por una etapa tranquila sin muchos incidentes.

A primeros de febrero de 1920 toma posesión de la Comandancia General de Melilla el general Manuel Fernández Silvestre, un militar con fama de temerario y bravucón, gran amigo del Rey Alfonso XIII, y que unos años antes había sido ayudante de campo del monarca. Desde Melilla, Silvestre comienza una invasión progresiva del Rif con la intención de pacificar esta levantisca región oriental del Protectorado Español de Marruecos. El destino final era llegar a la bahía de Alhucemas. Cerca de esta bahía estaba el poblado de Axdir, donde tenía su base de operaciones o cuartel general el líder rifeño Abd-el-Krim.

General Manuel Fernández Silvestre - Imagen: lavanguardia.com

El Desastre

A mediados de enero de 1921 las fuerzas españolas desplegadas al oeste de Melilla inician un amplio avance en dirección a Alhucemas con el objetivo de vencer la rebelión rifeña y dar por acabada una guerra que duraba ya demasiado, más de 12 años. En esos días de mediados de enero las fuerzas del general Silvestre llegan a Annual, una falsa elevación difícil de defender y casi sin agua, e instalan allí su base avanzada de operaciones, estaban a 106 km. de Melilla y a poco más de treinta de su objetivo: la bahía de Alhucemas. Desgraciadamente el final de este despliegue militar no será el previsto por Silvestre y el nombre de Annual quedará asociado para siempre a un trágico desastre militar: El Desastre de Annual.

En este avance el soldado Ignacio López junto a unos mil soldados de su regimiento, el Melilla, 59, bajo el mando del coronel Silverio Araujo, quedan acantonados en la retaguardia de Annual defendiendo la posición de Dar Quebdani, a 65 kilómetros al oeste de Melilla en dirección a Annual y Alhucemas, posición establecida en diciembre de 1920 cuando se tomó el Monte Mauro y sus inmediaciones. Mientras el resto de las fuerzas al mando del general Silvestre siguen su avance hacía la bahía de Alhucemas.

A finales de mayo las tropas españolas toman la posición de Monte Abarrán, a quince kilómetros de Annual. El día 1 de junio la guarnición de Abarrán es aniquilada por los rifeños, es el preludio del desastre.

Entre los días 17 y 21 de julio los rifeños ponen cerco a Igueriben, posición cercana a Annual, casi todos los soldados españoles mueren pasados a cuchillo por los moros, 208 muertos. Algunos escapados, diez o doce, aterrados, medio muertos de hambre y sed, van llegando a Annual, cuatro mueren entre violentos espasmos, tras atracarse ciegamente de agua. Muchas otras posiciones que intentan retirarse hacia Annual van siendo aniquiladas.

El día 22 el fuerte de Annual sufría el asedio de miles de rifeños armados y envalentonados por las victorias conseguidas. Los efectivos de la harka rifeña que asedia Annual se calculan entre ocho mil a diez mil hombres. Ante la deserción de la policía indígena que se pasó al bando rifeño y temiendo que Annual se convierta en una ratonera como había pasado con Igueriben, el general Silvestre ordena la retirada a la posición de Dar Drius.

Los inexpertos soldados de reemplazo, abandonados por casi todos sus oficiales, al verse sometidos al duro fuego enemigo y tratando de salvar sus vidas, convierten la retirada en una desbandada desesperada hacia Melilla en la que cada uno trató de sobrevivir como pudo. La mayoría de los que huyen despavoridos caen antes las balas rifeñas. Muchos se refugian en el desfiladero del monte Izzumar, una trampa mortal en la que son cazados como ratas. Más de mil muertos. Del general Silvestre nunca se volvió a saber nada, unos dicen que murió en el fragor del combate y que fue descuartizado por los rifeños, otros que se suicidó pegándose un tiro. Su cadáver nunca apareció. Con la caída de la posición de Annual se inicia el desastre que llevará su nombre. Las posiciones españolas irán cayendo, como fichas de dominó, una tras otra.

La tarde del 22 de junio comienzan a llegar a la posición de Dar Quebdani, donde se encuentra el soldado Ignacio López, algunos escapados con las dramáticas noticias de la caída de Annual, la muerte del general Silvestre y los detalles del dramático desastre.

Dar Quebdani era una posición de muy malas condiciones defensivas, no se había hecho obra alguna para ello hasta después de los sucesos de Abarrán en que se le hizo un parapeto y se puso una alambrada. La noche del 23 de julio el enemigo comienza a atacar la posición poniendo cerco a la misma. Lo que va a suceder a continuación en Dar Quebdani supone uno de los sucesos mas mezquinos y desgraciados del desastre español en Annual. En la posición al mando del coronel Silverio Araujo se encuentran casi mil hombres: dos jefes, 37 oficiales y 957 soldados.

Una compañía que sale de la posición de Dar Quebdani en busca de suministro de agua es cercada por los rifeños, la posición queda desabastecida de agua. En lugar de proceder al desbloqueo de la compañía de suministro, el coronel Araujo pacta con los rifeños la compra de agua por quinientas pesetas. Los moros se quedarán con las quinientas pesetas y con el agua.

A pesar de este engaño, el coronel Araujo y sus oficiales deciden pactar con los rifeños la rendición de la posición. Se llegó al acuerdo de la entrega de 5.000 pesetas, una cantidad al parecer escasa para salvar la vida de mil hombres pero suficiente pago para salvar a los casi cuarenta oficiales.

Según el acuerdo pactado, la mañana del 25 de julio se mandó formar a la tropa dándoles orden de depositar las armas en el suelo junto con el correaje. Según este pacto debían salir de la posición primero el coronel, luego los oficiales y por último los soldados. Pero todo se precipita y ocurre al revés. Los rifeños que cercan el campamento se abalanzan, cruzan el parapeto y, en medio de un griterío atronador, corren en busca de las armas dejadas por los soldados. Sorprendida la tropa corre aterrorizada y desarmada saltando el parapeto para huir de la masacre que intuyen. Algunos oficiales intentan detenerlos y calmarlos, pero no lo consiguen y son ellos los primeros en morir. Algunos soldados logran armarse y defenderse pero mueren también. Los oficiales que habían convenido el pacto se apartan congregándose en torno al coronel, dejando a la tropa sola y desarmada. El mezquino coronel Araujo y sus desvergonzados oficiales salvarán la vida y serán hechos prisioneros a cambio de la vida de casi novecientos jóvenes soldados que perecen en la encerrona.

El soldado Ignacio López fue uno de los pocos de la posición de Dar Quebdani que logra salvar la vida. Seguramente fuera su destino de trompeta, que le obligaba a estar junto a los jefes y oficiales para poder transmitir las órdenes a la tropa con los toques de ordenanza, lo que le salvó la vida.

En estos sucesos de la segunda quincena del mes de julio de 1921, lo que se conoce como el “Desastre de Annual”, perderán la vida entre 8.000 y 10.000 soldados españoles, aunque algunos historiadores elevan esta cifra a 13.000.

 

Posición de Dar Quebdani - Tarjeta postal de la época

Prisionero de Abd-el-Krim

Ignacio López, junto a otros compañeros, de los pocos que pudieron escapar de la encerrona de Dar Quebdani, desarmados, vagan, sedientos y espantados, huyendo de los temibles rifeños. Según el mismo Ignacio contará después a Tomás Segado, periodista del Telegrama del Rif de Melilla, fueron atacados por unas moras armadas de gumías que intentaron matarlos y a punto estuvieron de acabar con uno de ellos si no hubiera sido por la aparición de un moro ante cuya presencia huyeron. Este moro amigo les indicó el camino a seguir para no caer en peligro. Siguieron andando con el ánimo de llegar a las líneas españolas pero fueron nuevamente detenidos por otro moro al que reconocieron como sargento de la policía indígena que, como tantos otros, se había pasado al enemigo. Este moro trató de robarles el dinero del que carecían, y enfurecido por no poder conseguir botín alguno disparó su fusil matando a un cabo compañero de Ignacio del regimiento Melilla y a un soldado de artillería que también iba en el grupo. Ante los disparos del moro todos huyen arrojándose precipitadamente por una pendiente de 25 metros del altura de la que por fortuna salen ilesos. Después de varios días expuestos a continuados peligros en el errático camino recorrido, son hechos prisioneros cerca de la posición del Hach el Merini, en la zona de Annual, una posición intermedia en el camino de Dar Quebdani a Kandussi.

Relata Ignacio, en otra entrevista, que tras ser detenidos les trasladan a Nador. Este traslado hubo de ocurrir en fecha posterior al 3 de agosto en que fue tomada la plaza de Nador por los rifeños. En Nador debieron estar poco tiempo los prisioneros, la plaza fue recuperada por los españoles el 17 de septiembre. Cuenta Ignacio que ante de la entrada de los españoles en Nador fueron trasladados a Yebel Kaman, campamento situado en el monte Kaman entre Annual y Alhucemas.

Durante los más de cinco meses de cautiverio en Kaman, Ignacio formó parte de una brigada de trabajo compuesta por 22 prisioneros bajo la vigilancia de nueve rifeños que, alimentados con una escasa dieta diaria de un poco de pan de cebada y un puñado de higos, trabajaban de sol a sol en la construcción de la carretera de Kaman a Beni Urriaguel.

Posición de Hach el Merini - Tarjeta postal de la época

 La fuga

Ignacio López junto a otros compañeros de cautiverio llevaban tiempo planificando una fuga. Además de ser el más veterano de todos, Ignacio tenía experiencia en fugas: lo había intentado ya en otra ocasión, pero descubierto y detenido por sus captores sufrió un ejemplar escarmiento, fue apaleado salvajemente y castigado a arrastrar unas duras cadenas, con la amenaza de que un nuevo intento lo pagaría con la vida. En principio el plan era evadirse por tierra hacia el interior, en dirección a Tafersit, buscando las líneas españolas. La salida hacía la isla de Alhucemas, posición española más cercana, les aterrorizaba, ninguno de ellos sabía nadar y no tenían experiencia en el manejo de embarcación alguna.

La ocasión llegó cuando comprobaron que dos de los rifeños que les custodiaban, que habían pertenecido al ejército español como policías indígenas, estaban dispuestos a ayudarles, incluso a acompañarles y huir con ellos a la zona española.

Descartada la opción de escapar por tierra hacía el interior en dirección a Tafersit, dado que las línea españolas se encontraban aún muy lejos de esa zona, que el esperado avance de esas líneas no acababa de producirse y que tendrían que atravesar las peligrosas líneas enemigas, decidieron intentar la fuga por Alhucemas que era la plaza española más cercana.

Uno de los moros comprometidos en la fuga, Mojamé Ben-Amar, consiguió permiso de sus jefes para acercarse a la plaza española de Alhucemas a realizar unas compras. Aprovechando esta ocasión, Ignacio López redacta una carta dirigida al comandante militar de Alhucemas, en ella le anuncia sus intenciones de fuga para que estuvieran alertas con el fin de socorrerles en la corta pero temida travesía desde la playa de Tensaman. Ben-Amar en su visita a Alhucemas logró entrevistarse con el comandante militar, entregarle la carta y ponerle al corriente de la fuga que preparaban.

En el regreso de Alhucemas al poblado de Kaman, Ben-amar esconde y camufla en la playa de Tesaman el bote que iban a necesitar para completar la huida. Todo queda preparado para la fuga, tiene que ser ahora o nunca. Ignacio y los compañeros que habían estado tramando la escapada lo comunican a los otros prisioneros. De los 22 solamente ocho están decididos a correr el riesgo de la peligrosa aventura.

Los prisioneros conjurados en la fuga junto a Ignacio López son: los cabos Manuel López Sánchez, natural de Ciudad Real y Mario Cifuentes Mellado, de Córdoba, los soldados Pedro Martín Ronda, de Colmenar (Málaga), Francisco Morujo Calleja, de San Vicente de Alcántara (Badajoz) y José Reina Reina, de Nerpio (Albacete), todos ellos del regimiento Melilla, 59, el cabo Antonio Martínez Mañas, de Alhama (Murcia), del regimiento Mixto de Artillería, y Manuel Ocaña Gutiérrez, de Madrid, de la Brigada Disciplinaria, más los dos soldados nativos Mojamé Ben-Amar y Belain Ben Mojatar de la Policía Indígena.

Llega el día propicio para intentar la huida, los dos moros amigos estarán de guardia esa noche que será oscura, sin luna. Aún así los ocho cautivos no acaban de ponerse de acuerdo, es mucho el gran riesgo que corren, sobre todo Ignacio que ya ha sido advertido del máximo castigo que sufriría si son descubiertos. Para romper la indecisión acuerdan jugarlo todo a la suerte, una moneda al aire resolverá si se fugan o se quedan. Una “perra gorda”, moneda de 10 céntimos de peseta, decidirá la suerte, si sale cara se fugan, si cruz se quedan. Aprobada la idea por todos, Ignacio lanza la moneda al aire, al caer al suelo todos pueden ver la figura femenina de la diosa o matrona Hispania, la cara de la “perra gorda”, ha salido cara, la suerte les indica que marchen sin cuidado.

Aprovechando la oscuridad, a las once de la noche del martes, 7 de febrero, los ocho soldados españoles, guiados por los dos colaboradores moros implicados en la fuga y que esa noche estaban de guardia, escapan a prisa y en silencio del cautiverio. Descolgándose peligrosamente por escarpados barrancos entre peñascos y chumberas, en poco más de hora y media han salvado los más de diez kilómetros que les separaban de la playa de Tesaman.

Cuando vieron el bote y la playa despejada de enemigos comenzaron a creer que la salvación estaba cerca. Echaron el bote al agua y se pusieron a remar como locos, pero sin orden ni concierto. Su falta de habilidad marinera y el fuerte levante reinante aquella noche, hacían que, pese al descomunal esfuerzo, el bote no avanzara y dieran vueltas sin apenas alejarse de la playa. Desesperados y horrorizados por el posible fracaso, aquellos improvisados marineros no se rinden y tras más de tres horas de esfuerzos consiguen llegar a la vista de la isla. En ese momento comienzan a prender las linternas o farolillos que habían convenido con el comandante de la posición.

La guardia de la Compañía del Mar en Alhucemas, que estaba avisada por el comandante, al ver las lucecillas no tardaron en salir en un bote al encuentro. Los cautivos llegan al muelle, saltan a tierra y se abrazan a sus compañeros de la Compañía del Mar, la alegría es inmensa, por fin libres después de más de seis meses de cautiverio. Son casi las cinco de la mañana del miércoles 8 de febrero. Los ya ex-cautivos son acompañados a unas dependencias donde puedan descansar y reponer fuerzas.

Al día siguiente, 9 de febrero los ex-cautivos son trasladados, a bordo del Cañonero Recalde, de Alhucemas a Melilla, donde llegan esa misma tarde. 

 

Cañorero Recalde

La noticia de la evasión salta a la prensa

Por aquellos días, primeros de febrero de 1922, el asunto de los prisioneros de Abd-el-Krim era un tema de actualidad que preocupaba a la opinión pública, era noticia de portada casi a diario en los periódicos y había suscitado acalorados debates en el Congreso de los Diputados. El gobierno no acababa de tomar una decisión al respecto. Las opiniones estaban divididas entre pagar el elevado rescate que había fijado Abd-el-Krim, cuatro millones de pesetas, o liberar a los prisioneros mediante una operación militar.

Unos días después de la fuga de Ignacio López y sus compañeros, los más de cuatrocientos prisioneros de Abd-el-Krim, entre jefes oficiales, soldados y civiles, que habían estado concentrados en Annual, son trasladados a Yebel Kaman. Posteriormente serán trasladados a Axdir, cerca de la bahía de Alhucemas.

En aquellas fechas todas las novedades relacionadas con los prisioneros del desastre se consideraban de rabiosa actualidad. La proeza de la fuga de Ignacio López y su compañeros salta de inmediato a las portadas de la prensa, haciéndose eco de ella todos los periódicos de tirada nacional y casi todos los de provincia.

El primer periodista que entrevista a los fugados es el soldado salmantino de la guarnición de Alhucemas, Pablo Barbero, que ejerce de corresponsal oficioso del diario El Adelanto de Salamanca, pero cuya excelente y completa crónica no se publicará hasta el 21 de febrero en que El Adelanto la saca destacada en su portada.

La primera noticia de la llegada de los cautivos la publica el periódico de Melilla El Telegrama del Rif el 10 de febrero y, a través de las agencias, casi todos los periódicos nacionales se hacen eco de la noticia. Al día siguiente el mismos periódico lleva en portada una amplia y completa crónica que firma el periodista Tomás Segado.

El Correo de la Mañana, de Badajoz, publicará el día 15 la crónica de Tomás Segado. Poco después comenzarán a aparecer publicadas las fotos del grupo de cautivos fugados en las principales revista ilustradas como Mundo Gráfico. 

Los prisioneros fugados - Foto: historiasdelahistoria.com

 Regreso a casa. Recibimiento en Valencia del Ventoso

Una vez en Melilla, los prisioneros recién llegados se incorporan a cada una de sus unidades donde les liquidan los atrasos correspondientes a los poco más de seis meses de cautiverio. Casi todos pasan a disfrutar unos días de permiso antes de reintegrarse de nuevo al servicio, excepto, el más veterano, Ignacio López, que habiendo cumplido ya sus tres años reglamentarios de servicio militar es licenciado y viaja seguidamente a la península a reunirse por fin con sus familiares y amigos.

Ignacio López va a encontrar a su llegada un pueblo distinto al que dejó. En estos tres últimos años, en que Ignacio ha estado cumpliendo con la patria en la Guerra de Marruecos, la realidad política y social de Valencia del Ventoso ha sufrido un brusco cambio.

En octubre de 1918, pocos meses antes de la incorporación a filas de Ignacio López, ocurrieron en la localidad unos lamentables y trágicos sucesos. Como consecuencia del paro, la carestía de vida y el hambre tiene lugar una prolongada huelga y protesta social de campesinos, braceros y empleadas de hogar que se salda con numerosos heridos, varios huelguista fallecidos en enfrentamientos con las fuerzas públicas y un elevado número de detenidos que son procesados y condenados a severas penas de prisión.

La huelga y protesta social de finales de ese verano de 1918 estuvo dirigida desde la Sociedad Obrera “La Fraternidad” que contaba con más de 700 afiliados de ideologías sindicales anarquistas y socialista. El Centro Obrero, domicilio social de “La Fraternidad”, estaba en la calle Méndez Núñez, cerca de la confluencia con la calle Nueva en que se encontraba el domicilio familiar de Ignacio López, quien posiblemente fuera testigo directo del trágico enfrentamiento de los huelguistas con las fuerzas pública. Los dramáticos sucesos ocurrieron a las puertas del Centro Obrero en esa confluencia de la calle Méndez Núñez con la calle Nueva.

Como consecuencia de los sucesos de octubre la mayoría de los dirigentes de “La Fraternidad” son encarcelados, y en ese mismos mes de octubre la Sociedad Obrera solicita su ingreso y el de sus más de setecientos afiliados en el Partido Socialista.

En abril de 1920, poco más de un año después, y tras un amplio triunfo socialista en la elecciones municipales, Valencia del Ventoso se convertirá en la tercera población de Extremadura con alcalde socialista, tras Azuaga y Llerena. El primer alcalde socialista de la localidad será Cruz Martínez García que sustituye al conservador Felipe Fernández Hermosilla. En mayo de 1921, Cruz Martínez dimite de su cargo de alcalde siendo sustituido por el también socialista Andrés Amaya Indiano.

Será este buen alcalde socialista, Andrés Amaya, el que organiza y preside el emotivo y multitudinario recibimiento oficial del soldado Ignacio López a la llegada a la estación de ferrocarril de su pueblo la tarde del sábado 18 de febrero de 1922. 

Andrés Amaya Indiano, alcalde de Valencia del Ventoso en 1922 - Foto: Lorenzo Prada Amaya
 

La crónica del recibimiento la publica el Correo de la Mañana de Badajoz en la edición del día siguiente:

 

VALENCIA DEL VENTOSO

A un ex prisionero se le recibe de manera grandiosa- 18, 18.50 h.

En el tren de la tarde, y procedente de Marruecos, llegó el soldado, hijo de este pueblo, Ignacio López Borrallo.

Este bravo muchacho, que pertenece al regimiento de Melilla, número 59, ha gemido en el cautiverio, prisionero de Abd-el-krin, desde la trágica jornada de Annual, logrando evadirse hace poco de la cabila de Kamal, donde había sido conducido por el cabecilla moro en unión de tantos otros españoles, hermanos en la desgracia.

El Ayuntamiento organizó el recibimiento, que resultó imponente, grandioso.

Más de 6.000 almas, el pueblo entero, se había congregado en la estación del ferrocarril.

Al legar el tren, la banda de música entonó la “Canción del soldado”, y el inmenso gentío prorrumpió en aclamaciones de cariño y alegría.

Después se organizó una gigantesca manifestación que llevó al soldado ex prisionero hasta su propia casa.

El entusiasmo por las calles del pueblo adquirió proporciones desconocidas.

Puede decirse que hoy Valencia del Ventoso ha vivido su mejor día de fiesta.- (Corresponsal)

Nota de la Redacción.- Correo de la Mañana se suma a este desbordamiento de cariño y entusiasmo que tanto y tan alto habla de los sentimientos humanos de un pueblo, y envía regocijado al bravo soldado extremeño Ignacio López Borrallo un efusivo y cordial saludo de bienvenida.

Pasada la resaca del memorable recibimiento, Ignacio López vuelve a su vida rutinaria y familiar, se incorpora a los trabajos eventuales del campo y poco tiempo después, como casi todos los mozos una vez cumplido el servicio militar, contrae matrimonio con su novia Josefa Gordón Chamizo. La novia es natural de la vecina localidad de Medina de las Torres, y allí fija el nuevo matrimonio su domicilio familiar en la calle Calvario. 

 

Estación de ferrocarril de Valencia del Ventoso a principios del siglo XX - Foto: Archivo Histórico Municipal de Zafra


El “Desastre” se repite: El Ejército de África, la columna de la muerte, avanza por Extremadura.

Un año después del regreso de Ignacio López a su pueblo, en septiembre de 1923, los graves acontecimientos y consecuencias de la catástrofe del desastre de Annual favorecen, con el beneplácito del rey Alfonso XIII, la llegada de la Dictadura del general Primo de Rivera. Dos años más tardes en septiembre de 1925 tendrá lugar el desembarco de Alhucemas, lo que va a suponer el principio del fin de la Guerra de Marruecos, que quedará completamente pacificado poco después, en el año 1926.

En enero de 1930 dimite el dictador Primo de Rivera. Poco después y tras la elecciones municipales del domingo 12 de abril de 1931, el 14 de abril se proclama la Segunda República española, ese mismo día Alfonso XIII abandonará España camino del exilio. La llegada de la República fue recibida con alegría y esperanza, sobre todo por la clase humilde y trabajadora que veía en el nuevo régimen una puerta abierta a la esperanza y a sus anhelos de libertad y justicia social.

Pocos meses después de la victoria por mayoría absoluta del Frente Popular en la elecciones generales de febrero de 1936, el Ejército de África, ese en el que Ignacio López tanto sufrió y al que dedicó con lealtad tres años de su juventud, se subleva contra el legítimo gobierno de la Segunda República. Las tropas africanas comienzan a llegar a Sevilla el domingo 19 julio de 1936, dos días después del golpe militar.

A primeros de agosto dos columnas de ese Ejército de África, dirigidas por el teniente coronel Asensio y el comandante Castejón, salen de Sevilla con dirección a Mérida, dispuestas a llegar a Madrid. Las tropas rebeldes avanzan siguiendo el trayecto de la antigua carretera Sevilla-Mérida. Estas columnas, formadas mayoritariamente por moros, legionarios y regulares, van sembrando el terror por las poblaciones que pasan: asesinatos, violaciones, saqueos, vejaciones, son los espantosos sufrimientos sometidos a la población civil simpatizante de la República de las localidades por donde pasan las columnas rebeldes en su avance.

En pocos días y sin apenas resistencia son ocupadas las poblaciones de El Ronquillo y Santa Olalla. El 4 de agosto la columna de sublevados entra en Extremadura y toman Monesterio. Fuente de Cantos y Calzadilla de los Barros caerán el 5 de agosto en mano de los rebeldes que siguen en dirección a Los Santos de Maimona que, tras un desigual combate en la Sierra de Los Santos, cae en manos de los rebeldes esa misma tarde del 5 de agosto. El día 7 tropas rebeldes al mando del comandante Castejón entran en Zafra, ese mismo día será tomada por los rebeldes la vecina población de Puebla de Sancho Pérez.

Como ya dijimos, Ignacio López pertenecía a una familia humilde y obrera. Sabemos que su hermano Antonio formaba parte de las Juventudes Socialista y era un asiduo asistente a las actividades de la Casa del Pueblo de Valencia del Ventoso. Como la gran mayoría de los obreros y braceros del campo en aquellos tiempos, Ignacio era simpatizante de la República.

Nos cuentan las nietas de Antonio, hermano de Ignacio, que tras la toma de Puebla de Sancho Pérez y Calzadilla de los Barros por las tropas rebeldes y ante la inminente caída de Medina de la Torres, sus familiares en Valencia del Ventoso aconsejan a Ignacio que vuelva a su pueblo con su familia donde estaría más seguro. Ignacio les responde que no tiene nada que temer, que él no ha hecho daño a nadie y no le pasará nada. Como muchos otros inocentes Ignacio se equivoca, el objetivo de los militares sublevados no era impartir justicia, sino escarmentar con el terror y la barbarie a todos los simpatizantes de la República.

El sábado 8 de agosto una columna de sublevados formada en Fuente de Cantos y compuesta de falangista, requetés, guardias civiles y voluntarios al mando del capitán Ernesto Navarrete entra sin ninguna resistencia en Medina de las Torres. El día siguiente, domingo 9 de agosto toma posesión la Comisión Gestora del Ayuntamiento, nombrada el día anterior por el capitán Navarrete.

Panteón en el cementerio de Medina de las Torres donde reposan los restos de Ignacio López  desde 1979 - Foto: Lorenzo Suárez

 Trágico e infame final. Cien años de olvido.

A partir de mediados de agosto y hasta finales de septiembre son asesinadas en las tapias del cementerio de Medina de las Torres más de cincuenta personas, 14 mujeres, dos de ellas jóvenes de poco más de 18 años y más de 40 braceros y obreros. Sus cuerpos son enterrados en una fosa común del cementerio.

Ignacio López Borrallo es una de las víctimas, uno más de esos cuarenta obreros asesinados en Medina a finales de agosto. De nada le ha servido no haber hecho daño a nadie, ni haber sido reconocido pocos años antes como un héroe de la patria. Ignacio tenía 39 años, el terrible asesinato deja desolados y desamparados a su mujer e hijos.

Durante más de cuarenta años el cadáver de Ignacio López permanecerá olvidado junto a los de las otras más de cincuenta personas asesinadas, ignorados en una anónima fosa común del cementerio.

Será en el año 1979, tras las primeras elecciones municipales de la democracia, cuando el alcalde socialista Antonio Maya Carmona inicie la recuperación de la memoria de los asesinados en 1936. El nuevo consistorio, gobernado por los socialistas, inicia una suscripción popular, en la que el ayuntamiento también participa, con objeto de dar un enterramiento digno a los restos de las víctimas que yacen en la fosa común. Los cadáveres son exhumados y trasladados a un sepulcro o monumento funerario donde figuran los nombres de todas y cada una de las víctimas.

En este mes de febrero se han cumplido cien años de la fuga de Ignacio López Borrallo del campo de prisioneros de Abd-el-Krim y del multitudinario recibimiento que, como héroe de la patria, le rindió su pueblo. Sirva este artículo como humilde aportación a la dignificación y reparación de la memoria de Ignacio López Borrallo.



                © Lorenzo Suárez, febrero de 2022


Nota: Nuestro agradecimiento al escritor Carlos Parrilla, quien nos advirtió a mediados de enero del inminente centenario de la fuga del grupo de prisioneros, lo que ha posibilitado que pudiéramos publicar este artículo con motivo del centenario de esos acontecimientos.

 

Fuentes consultadas

Fondos documentales

  • Archivo Histórico Municipal de Valencia del Ventoso.

  • Archivo Histórico Municipal de Medina de las Torres.

  • Registro Civil de Valencia del Ventoso.

  • Registro Civil de Medina de las Torres

Fuentes jurídicas

Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército – Gaceta de Madrid, 21 de enero de 1912

Publicaciones periódicas

Publicaciones periódicas de la época consultadas en distintos repositorios y hemerotecas digitales de libre acceso desde Internet: Correo de la Mañana (Badajoz) – El Adelanto (Salamanca) – El Globo (Madrid) – El Heraldo Militar (Madrid) - El Imparcial (Madrid) – El Liberal (Madrid) - El Noticiero Gaditano (Cádiz) El Telegrama del Rif (Melilla) - La Correspondencia de España (Madrid) – La Correspondencia Militar (Madrid) – La Libertad (Madrid) – La Publicidad (Madrid) – La Región Extremeña (Badajoz) - La Voz (Madrid) – Mundo Gráfico (Madrid)

Bibliografía

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Webgrafía

SÁNCHEZ REGAÑA, Javier: El Desastre de Annual: http://desastredeannual.blogspot.com/ Los nombres del Desastre de Annual: http://losnombresdeldesastre.blogspot.com/