Dulcinea Bellido Carvajal - (1936 - 2001) - cofundadora del Movimiento
Democrático de Mujeres (MDM) y destacada activista en la
lucha por la igualdad y las libertades durante la dictadura
franquista y la transición democrática
“¿Quién es ella? ¿Quién
fue Dulcinea Bellido?
Las crónicas de aquellas
que aman las luces de la memoria dicen que Dulcinea fue una
batalladora incansable por los derechos y libertades de los hombres y
de las mujeres que habitaron su espacio y su tiempo. Desde que era
prácticamente una niña, tenía 17 años cuando entró a formar
parte de las Juventudes Comunistas, allá por 1953, ya tenía una
conciencia muy sólida sobre quién era, sobre las injusticias que la
rodeaban y sobre el mundo que habitaba”
(Carmen Barrios Corredera,
“Rojas Violetas y Espartanas, Mujeres en Lucha”)
En estos último días en que
me encontraba intentando completar y redactar lo mejor posible esta
semblanza o breve biografía de Dulcinea, encontré casualmente una
noticia que publicaba el Diario de Cádiz el pasado día 3 de marzo
sobre los actos de homenaje a Dulcinea como figura precursora del
Movimiento Democrático de Mujeres. Actos que con motivo del 8M
estaba organizando el Partido Comunista de la Bahía de Cádiz en el
Puerto de Santamaría y en el que se anunciaba la presencia y
participación del hijo de Dulcinea, Daniel Lobato.
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Dulcinea en un mitin del PCE. Plaza de Toros de Vista Alegre, Madrid, 1977
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De esta noticia, me llamó
mucho la atención el nombre con el que se había dado título al
cinefórum organizado dentro de los actos programados. Este cinefórum
se titulaba: “Dulcinea Bellido, la gran olvidada”.
Pensé
que si para
mi, que soy una persona
relativamente mayor , voy a
cumplir 70 años, que
me considero aficionado
y apasionado por la
investigación de la historia de nuestro pueblo y sus gentes; pues
si para mi, hasta hace unos
pocos años la figura y
trascendencia de Dulcinea
Bellido me era
completamente desconocida,
puedo suponer que para el
resto de paisanos de Dulcinea, exceptuando sus familiares, les
ocurrirá
igual. Entiendo que no podemos decir que Dulcinea sea aquí
en su pueblo la gran
olvidada, porque como bien dice mi querido amigo José María Lama no
se puede olvidar lo que no se conoce, por lo que me vais a permitir
que piense que
aquí en su pueblo natal Dulcinea Bellido Carvajal no es la gran
olvidada sino la gran desconocida, por lo menos hasta ahora y espero
y deseo que tras estas
jornadas de homenaje y reparación de su memoria podamos
todos reencontrarnos con ella.
En
esta breve semblanza de Dulcinea Bellido trataré de abordar
la parte menos conocida de su vida, sus primeros años, esa breve
etapa de su trayectoria vital que transcurrió aquí en Valencia del
Ventoso, esos breves pero frenéticos años en los que sufrió,
padeció y contempló
con sus inocentes ojos de niña la violencia, el
hambre y la
brutal represión de aquellos
terribles sucesos que
le marcarían para toda la
vida.
Antes de comenzar a hablar de
Dulcinea vamos a intentar dar unas pinceladas de la realidad socio
económica de Valencia del Ventoso en ese periodo tan convulso de
nuestra historia reciente en que ella viene al mundo.
A
finales del primer tercio del
siglo XX, Valencia
del Ventoso era una población de cerca
de cinco
mil
habitantes dedicados principalmente
a
la agricultura y la ganadería,
en
la que existía un enorme abismo social entre el
reducido grupo de grandes
propietarios y el
numeroso grupo de
pequeños campesinos y braceros locales.
Este desequilibrio social
había ocasionado ya graves conflictos, como los lamentables y
trágicos sucesos ocurridos en octubre de 1918 como consecuencia del
paro, la carestía de vida y el hambre que dieron lugar a una
prolongada huelga y protesta social de campesinos, braceros y
empleadas de hogar, que se salda con numerosos heridos, varios
huelguista fallecidos en enfrentamientos con las fuerzas públicas y
un elevado número de detenidos que son procesados y condenados a
severas penas de prisión.
Estas particulares
características socioeconómicas de Valencia del Ventoso y este
temprano grado de contestación social le convierten por aquellos
años en unos de los focos del movimiento obrero de la provincia de
Badajoz, de tal forma que en 1921 es la segunda población, después
de Azuaga, en contar con un alcalde socialista y con una de las
agrupaciones socialistas más activa y numerosa de la provincia, que
fundada en 1915, contaba con más de setecientos afiliados.
Un familiar cercano a Dulcinea
Bellido, su tío abuelo, Benito Matos Gallardo, como ya veremos más
adelante, será uno de los dirigentes obreros y políticos
protagonistas de estas luchas sociales.
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Portada de La Cuestión Social en Extremadura, Ezequiel Fernández Santana, Los Santos, 1935
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Este temprano grado de
contestación social y rebrote de organizaciones obreras de ideología
marxista, unido a la circunstancia de que Ezequiel Fernández
Santana, El Cura de Los Santos, principal
representante extremeño de la llamada “doctrina social de la
Iglesia”, era natural de Valencia del Ventoso, propician que
sea esta población una de las primeras localidades extremeñas en la
que El Cura de Los Santos comience a
poner en práctica estas doctrinas del catolicismo social que
pretendían luchar contra la propagación en el medio rural de las
ideas socialistas.
La
Cuestión social en Extremadura
es un pequeño ensayo publicado por Ezequiel Fernández Santana, El
Cura de Los Santos, a
finales de 1935, pocos
meses antes del nacimiento de Dulcinea. Reproducimos
a continuación el texto de
su
primer capítulo o introducción que el autor titula “Esto
no puede ser”. Este
texto escrito por una persona poco
o nada sospechosa de revolucionaria o izquierdista nos pone de
manifiesto la terrible, perversa e injusta situación que venían
sufriendo los trabajadores y las humildes familias de Valencia del
Ventoso en aquellos tiempos en que Dulcinea viene al mundo.
“Esto no puede ser. La
frase que encabeza este capítulo y que hemos repetido al empezar,
fue proferida por una conciencia justamente indignada, ante un hecho
bochornoso e inconcebible, en un pueblo cristiano extremeño en pleno
siglo XX. Y este hecho contra el que clama de consumo la justicia y
la caridad ha sido la causa ocasional de este deslavazado
opúsculillo.
Hace muy pocos meses,
hallándome un día en la estación de la vía férrea de mi pueblo,
uno de los pueblos más hermosos de Extremadura, donde hace mucho
tiempo reinó la paz, basada en la justicia, y la caridad y la
abundancia, producida por la inagotable fertilidad de su suelo, se
acercó a mí una mujer del pueblo, al parecer no de la clase ínfima,
y en brevísimas palabras me hizo la historia de sus desdichas: “Cual
será nuestra necesidad, me dijo, que mi marido gana un jornal de
tres pesetas cada diez días y no tenemos más que eso. Hace poco
tiempo se me ha muerto un hijo de hambre y me queda otro que se me
está muriendo de lo mismo”. Involuntariamente salió ardiendo de
mi garganta la frase: Esto no puede ser, y con fuego quedó gravada
en mi mente, sin que durante muchos días los varios sucesos de la
vida pudieran borrarla.
La primera vez que volví,
que fue a los pocos días, quise comprobar la exactitud del relato y
desgraciadamente quedó confirmado en todas sus partes.
El párroco me corroboró
que ganaban los obreros un jornal de tres pesetas, no ya cada diez
días, como la semana anterior, sino cada doce; y el más antiguo de
los médicos titulares, sin yo preguntarle, sino porque así lo
exigió el curso de la conversación, con una naturalidad que a mí
me heló la sangre, me dijo: “Nada, D. Ezequiel, aquí se está
muriendo la gente de hambre”. Inquirí los medios que se habían
arbitrados en situación tan grave y el párroco me dijo que hacía
pocos días había habido una junta de mayores propietarios y éstos
negaron toda cooperación a la autoridad, dando como razón que no
era a ellos a quienes correspondía, ni resolverla, ni mitigarla.
Ante este espectáculo,
que yo no quiero calificar, sino que lo dejo al recto juicio del
lector, y que generalizado es el de muchos pueblos de Extremadura, no
puede uno menos de preguntarse: ¿Dónde ha ido a parar la caridad?
¿Dónde está el espíritu cristiano?
¿Es que estos cristianos
de nuestros días toman de la religión sólo lo que les conviene; la
resignación cristiana en las adversidades, la sumisión, el respeto
y la conformidad con la voluntad de Dios en los de abajo y rechazan
de plano los imperativos categóricos de la justicia y la caridad?
¿Es que desconocen también la función social de la propiedad? Ante
esto resalta la necesidad y la justicia de la leyes limitativas del
uso de la propiedad, porque el primer deber del Estado es el bien
común y ante él han de subordinarse los derechos particulares.
(Ezequiel Fernández
Santana. “La Cuestión social en Extremadura”,
Imprenta del Boletín Parroquial de Los Santos de Maimona
(Badajoz), 1935, págs. 1-6)
Apenas
tres años después de
publicarse esta palabras, el 11 de noviembre
de 1938, fallecía su
autor, Ezequiel Fernández
Santana,
en Los Santos de Maimona, los graves acontecimientos que se
desencadenaron le sumieron en una
gran tristeza minando sin
remedio su salud.
La
injusta situación denunciada por El Cura de Los Santos
es confirmada por la noticia que aparece publicada el 5 de diciembre
de 1935 en el Diario Hoy de Badajoz, en aquella época un medio afín
a la derecha y a la Iglesia:
“Varias reuniones de
propietarios de Valencia del Ventoso para resolver el paro obrero”
- Valencia del Ventoso,
4.- El día 2 fueron citados por el alcalde los
propietarios de ésta para ver de solucionar la honda crisis de
trabajo que padecen los obreros. La mayor parte de los señores
propietarios no asistió.
...
El día 3, a las cinco y
media de la tarde, segunda citación: de 52 citados, sólo se
reunieron 3, segunda reunión en el mismo día a las 8 de la noche se
reunieron 14; los industriales y comerciantes acordaron remediar con
arreglo a sus fuerzas el paro, ya que los propietarios se negaban a
hacerlo.
… (Diario Hoy – Badajoz
– 5-12-1935, pág. 7 )
Debemos tener en cuenta que
este alcalde y ayuntamiento que intentan, sin resultado, recabar la
ayuda de los grandes propietarios para resolver la injusta crisis, no
ya de trabajo sino de subsistencia, que venía sufriendo la clase
obrera, era el alcalde y el ayuntamiento de derechas impuesto por el
gobernador civil tras la caída del gobierno de Azaña y el triunfo
de las derechas en la elecciones de 1934. Podemos imaginar cual sería
el grado de colaboración y ayuda de estos inhumanos y desalmados
grandes propietarios y terratenientes a partir del triunfo del Frente
Popular en la elecciones de febrero de 1936.
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Cartel de las Jornadas de Homenaje a Dulcinea Bellido
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Dulcinea Bellido Carvajal
nació a la diez de la noche del 19 de abril de 1936. Dentro de poco
días cumpliría 87 años. Dulcinea nace en la casa de esquina de
la, entonces, calle Milanero con la calleja Alcántara, actualmente
casa n.º 2-A de la Calle Ronda, esquina a la Calle Valle, en
Valencia del Ventoso. Los padres de Dulcinea, Benito Bellido Matos y
María Carvajal Besonía formaban una familia humilde, el padre era
zapatero. Sus abuelos paternos eran Sixto Bellido Borrallo y Remedios
Matos Gallardo y por línea materna Francisco Carvajal de la Rua y
Dolores Besonía Gordillo. La familia la integraba, junto a los
padres, un hermano mayor que Dulcinea: Israel.
Los padres Benito y María
formaban una curiosa pareja: el padre, Benito Bellido, era un
socialista moderado asiduo de la Casa del Pueblo, la madre, María
Carvajal, que estuvo enferma buena parte de su vida, era una devota
practicante católica.
Un hermano de Remedios Matos,
la abuela paterna de Dulcinea, y por tanto tío abuelo de Dulcinea,
Benito Matos Gallardo, era también socialista, un socialista con
fama de prudente y tolerante. Fue de los pioneros fundadores de la
Casa del Pueblo y uno de los dirigentes obreros que crearon la
primera Agrupación Local Socialista en 1915.
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Placa de reconocimiento colocada en la fachada de la casa donde nació
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Benito Matos, este tío abuelo
de Dulcinea, formó parte, como teniente de alcalde del primer
ayuntamiento socialista local constituido el uno de abril de 1921, en
el que fue elegido alcalde Cruz Martínez García, primer alcalde
socialista de Valencia del Ventoso y segundo de Extremadura después
del de Azuaga.
Benito Matos volvería a
ejercer de teniente de alcalde en el primer ayuntamiento de la
Segunda República constituido en abril de 1931 con el socialista
Félix Guarnido de alcalde. En septiembre de 1933 y tras la renuncia
a la alcaldía de Félix Guarnido por motivos de salud, ejercerá
durante casi un año de alcalde de la localidad hasta el 30 de
agosto de 1934 en que, por orden del Gobernador Civil, son
suspendidos en sus funciones el alcalde, Benito Matos y todos los
concejales socialistas.
Un par de meses antes del
nacimiento de Dulcinea y pocos días después del triunfo del Frente
Popular en la elecciones generales, el 21 de febrero de 1936, Benito
Matos vuelve a ejercer de alcalde ya que los concejales electos el
12 de abril de 1931, que habían sido depuestos de forma arbitraria,
vuelven a ocupar sus puestos de concejales de forma simbólica
durante cuatro días, hasta el día 25 que se constituye el nuevo
Ayuntamiento del Frente Popular.
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Portada del programa de la fiestas del 1º de mayo de 1936 en Valencia del Ventoso (Archivo particular de la familia Bellido Barroso)
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Dulcinea acababa de cumplir su
tercer mes de vida cuando se produce el Golpe de Estado que daría
comienzo a una cruenta y larga Guerra Civil. Como en todas las
poblaciones de la zona que en un principio permanecen fieles a la
República, en Valencia del Ventoso se constituye el Comité de
Defensa de la República y el padre de Dulcinea, Benito Bellido,
militante socialista, se pone a disposición del Comité realizando
guardias y servicios de vigilancia. Paradójicamente esta fidelidad a
la legalidad republicana le costaría, como a tantos otros, una
condena a varios años de prisión por el delito de “Adhesión a
la rebelión”
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Viñeta de "La Guerra Civil Española" Adaptación a cómic de la obra de Paul Preston por José Pablo García
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Un par de meses después, el
tiempo que la población permaneció fiel a la República, ante la
inminente llegada del ejército sublevado, el padre de Dulcinea,
Benito Bellido, partió con el último grupo de hombres, mujeres,
ancianos y niños que huyeron de Valencia del Ventoso la tarde del
15 de septiembre, unas horas antes de la entrada en el pueblo de los
militares, guardias civiles y falangistas sublevados, al mando del
capitán Navarrete. Este grupo de huidos junto con otros grupos que
partieron de distintos puntos del suroeste de la provincia
conformaron la llamada “columna de los ocho mil” que
pretendía llegar a la zona republicana por Azuaga, pero que fueron
interceptados y ametrallados por los rebeldes en las inmediaciones de
Llerena. Benito será uno de los afortunados integrantes de la
columna que logra llegar sano y salvo a la zona republicana
integrándose poco después en las milicias de la República.
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La columna de los ocho mil - Foto: Imágenes contra el olvido
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Al día siguiente de la salida
de este numeroso grupo que huía hacia la zona republicana, la mañana
del 16 de septiembre de 1936, un heterogéneo grupo de tropas
rebeldes, falangistas, guardias civiles y otros voluntarios
procedentes de Fuente de Cantos y al mando del capitán Navarrete,
toman sin resistencia alguna Valencia del Ventoso. Unos días antes,
el 11 de septiembre, cerca del Ardila, había sido brutalmente
asesinado un guardia civil, fue la única víctima que las
autoridades republicanas locales no pudieron evitar en aquellos dos
convulsos meses de estado de guerra en que hicieron todo lo posible
por mantener la legalidad republicana en la población. En los
siguientes días, finales de septiembre y primeros de octubre, más
de cuarenta valencianos, mujeres y hombres simpatizantes de la
República, son vilmente asesinados ante los pelotones de
fusilamiento en las tapias del cementerio.
Los numerosos familiares de
los republicanos huidos, esposas, hijos, hermanos, serán las
indefensas víctimas de la venganza y el terror de los rebeldes.
Aparte del asesinato, el terror y la humillación pública ejercida
por los falangistas y la gente de orden, como ellos mismos se
autoproclamaban, se cebó en las mujeres y en las hijas de los
republicanos huidos o asesinados. Muchas de estas mujeres y niñas
republicanas fueron detenidas, rapadas, peladas al cero, obligadas a
beber ricino y paseadas por las calles del pueblo mientras se hacían
su necesidades. Toda esta cruel atrocidad es orquestada sin
compasión para que sirvieran de escarnio público con la perversa
finalidad de humillarlas y aterrar a la población. Un castigo
ejemplar para advertir a las demás mujeres que no debían salirse de
su destino “natural”. Destino natural que no era otro que el
fijado por la reaccionaria tradición católica de ejercer de madre
y esposa, y no aspirar a nada más.
Dulcinea Bellido, con poco más
de tres años de edad, también va a ser víctima inconsciente de
esta desatada y cruel represión contra todo lo que olía a república
contra todo lo que olía a libertad. Una forma de represión aunque
más sutil, menos brutal, no por ello menos humillante, sin embargo
Dulcinea entonces no fue consciente de ello, lo descubriría años
más tardes.
El padre de Dulcinea, Benito
Bellido, era un lector empedernido, como su madre y abuela de
Dulcinea, Remedios Matos. Benito era un amante de la lectura. Nos
comentaba Mercedes Comabella, amiga y compañera de Dulcinea, que
ésta era una gran lectora, podemos intuir de dónde le venía esa
hermosa afición.
Una de la joyas más preciadas
del humilde hogar familiar de Benito era una hermosa edición
ilustrada del Quijote del que era un fervoroso lector, posiblemente
sería un ejemplar de las buenas ediciones que se hicieron en la
Barcelona de los años treinta. Este tesoro de Benito, su Quijote,
junto con su traje de boda fueron las dos importantes pertenencias
que la familia echó en falta cuando después de unos días de
estancia en el campo, tras la entrada de los golpistas, decidieron
volver a su casa que como todas las de los republicanos habían sido
saqueadas por los sublevados. Nos cuenta la familia que años después
cuando Benito pudo regresar al pueblo al ver a un señor que pasaba
montado en una caballería le dijo al familiar que le acompañaba
señalando al caballista que se alejaba: “Ahí va mi percha”.
Benito había reconocido con rabia y tristeza su traje de boda en la
percha del aquel señor.
Pues bien el padre de
Dulcinea, acogiéndose, como otros muchos padres y madres
republicanos, a las nuevas normas sobre el Registro Civil decretadas
en mayo de 1932 por el gobierno de la República, normas que
autorizaban a los padres a inscribir en el registro a sus hijos con
cualquier nombre propio, aunque éste no estuviera recogido en
santoral religioso alguno. Benito acogiéndose a este nuevo derecho
decide poner por nombre a su hija el hermoso y poético nombre con el
que todos la seguimos recordando: Dulcinea, ese mítico personaje del
Quijote, y así la inscribe en el Registro Civil de Valencia del
Ventoso al día siguiente de su nacimiento.
En febrero de 1939 el
gobierno de los sublevados dicta una orden a los Registros Civiles
por la que se obliga a imponer nuevo nombre a todos los inscritos con
nombres exóticos o extravagantes en esos años de la República.
Para ello ordena citar a los progenitores o representantes legales
para que elijan un nombre de los autorizados, llámese santoral
católico, para sustituir a los declarados ilegales. Si no comparecen
en el plazo establecido se sustituirá de oficio por el del santo
del día que fueron inscrito.
En junio de 1939 es citada
María Carvajal, madre de Dulcinea, en el Juzgado Municipal para que
designe el nuevo nombre que se impondrán a Dulcinea, ya que las
nuevas autoridades locales impuestas por los golpista consideraron su
hermoso nombre ilegal por exótico y extravagante. La madre elige el
nombre de María, por lo que a partir del 3 de junio de 1939, en la
ficha del acta de inscripción de nacimiento de Dulcinea aparece
tachado el nombre de Dulcinea y a reglón seguido el nuevo nombre
impuesto: María.
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Acta de la inscripción de nacimiento de Dulcinea. Registro Civil de Valencia del Ventoso
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Esta fue la sutil represión
que sufrió Dulcinea con tan solo tres años. Afortunadamente las
reaccionarias autoridades franquistas no se salieron con la suya pues
ella siguió y sigue siendo conocida por Dulcinea y ese hermoso
nombre lo llevan hoy con orgullo varias mujeres de su familia.
No debió ser fácil para ella
conservar su nombre en los documentos oficiales, y creo que debió
ser un empeño personal conservarlo como un reto más de su coraje y
su lucha contra la injusticia. Que conservar oficialmente su nombre
no fue una tarea fácil nos da fe la carta sin fecha, que por el
contexto sería de primeros de junio de 1977, que dirige a su tío
Juan Bellido y que nos ha sido facilitada amablemente por Remedios
Bellido, hija de Juan y prima de Dulcinea, y que transcribimos:
“Querido tío Juan: Pido
disculpas por recurrir sólo cuando “Truena”, pero te agradecería
que me hicieras esta gestión. Si te causa algún trastorno te ruego
que me llames y me desplazaría urgentemente, pero si puedes
facilitar que Nicasio se lo traiga me facilitarías mucho todos los
follones. La necesito, la partida para la candidatura a Diputado por
Madrid y hay un plazo muy breve. Un abrazo a todos.”
Al
Dorso: “Partida de nacimiento que diga para “Candidatura
electoral”- Que insistas en que ponga María Dulcinea –
Por favor muy urgente.” (Archivo familiar de Remedios Bellido
Barroso)
Una vez terminada la Guerra,
en la primavera de 1939 Benito Bellido es hecho prisionero, sabemos
que a primeros de 1940 se encuentra en el Campo de Concentración de
León, poco después es trasladado a la prisión de Almendralejo
donde tras un simulacro de Consejo de Guerra, en septiembre de 1941,
es condenado a 12 años de prisión.
En estos primeros años de
posguerra y hambre el franquismo no podía soportar la presión de
tantísimos presos en su perverso y sórdido sistema carcelario,
por ello la generalizada conmutación de condenas de la que sería
beneficiario Benito, ya que antes de 1947 se encuentra en libertad y
regresa a Valencia del Ventoso, pero la presión y la humillación
ejercida por los vencedores en un ambiente tan cerrado y pequeño
como el pueblo le hace machar a Madrid en busca de un futuro mejor
para su familia.
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Dulcinea con su hija Violeta, finales de 1959. Foto: archivo familiar de Remedios Bellido Barroso
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Sabemos por el bello relato de
Carmen Barrios y por el testimonio de su hijo Daniel que Dulcinea
con ta solo ocho años, en 1944, con su padre en prisión tiene que
ponerse a trabajar, a servir, para ayudar a la familia, y entra a
trabajar en la casa de uno de esos grandes propietarios, de esos
señoritos desalmados que años antes se negaban a ayudar a resolver
el problema del paro y la crisis de subsistencia de las familias de
los obreros. El cruel castigo sufrido por atreverse a tocar y comer
una uva del racimo que adornaba la mesa del señorito marcarán para
siempre los recuerdos de la triste infancia de Dulcinea.
Poco tiempo después Dulcinea,
su madre y su hermano marcharán a Madrid a reunirse con su padre.
El resto de la trayectoria
vital de Dulcinea ya lo vimos ayer a través de la magistral ponencia
de Francisco Arriero, el documental “Mujeres en lucha” y los
testimonios de su amiga y compañera Mercedes Comabella y de su hijo
Daniel Lobato.
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Dulcinea en un mitin sobre la mujer organizado por el PCE, Madrid, mayo de 1977
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Uno de los testimonios de ayer
que me hicieron ver claramente la importancia de Dulcinea y su
aportación a la lucha de las mujeres por la igualdad, fue cuando
Mercedes Comabella, compañera, amiga y cofundadora con Dulcinea de
MDM, nos refirió que sin Dulcinea, sin su fuerza, sin su coraje, el
MDM no hubiera existido.
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Anuncio de un mitin del PCE en el Teatro López de Ayala de Badajoz en el que participó Dulcinea (Diario Hoy. Badajoz. 10 de junio de 1977)
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En una entrevista que, con
motivo de estas jornadas, ha realizado Rafa González a Daniel Lobato
y que ha sido publicada hace un par de días por Mundo Obrero, Daniel
confiesa que cree que su madre no consiguió reconciliarse con el
pueblo una vez que lo dejó atrás.
Era lógico que no lo
consiguiera, que intentara olvidar y alejar su pensamiento de esta
tierra, esta tierra que solo pudo significar para ella miedo, hambre,
horror y miseria.
Es lógico que Dulcinea no
consiguiera reconciliarse con su pueblo, pero es de justicia que su
pueblo si intente reconciliarse con ella y sentirse orgulloso de su
legado de su generosidad de su lucha. Este encomiable intento de
reconciliarse con Dulcinea y perpetuar su recuerdo en la tierra que
le vio nacer llevado a cabo por nuestro Ayuntamiento con la
fundamental ayuda del MDM, creo humildemente que aunque tarde ha
conseguido esa reconciliación ya que a Dulcinea la hemos sentido
presente, muy presente entre nosotros aquí en su pueblo en estas dos
memorables jornadas.
Muchas gracias.
(Semblanza
leída el 12 de marzo de 2023 en Valencia del Ventoso, con motivo de
las Jornadas-Homenaje a Dulcinea Bellido Carvajal)
© Lorenzo Suárez, marzo
de 2023
Para saber más sobre Dulcinea Bellido Carvajal:
Barrios Corredera, Carmen, "Las uvas de Dulcinea" en Rojas, Violetas y Espartanas, Mujeres en Lucha, Utopía Libros, Madrid, 2018
Arriero Ranz, Francisco, El movimiento Democrático de Mujeres: De la lucha contra Franco al feminismos (1965-1985), Los libros de la Catarata, Madrid, 2016