Sobreviviente
del desastre de Annual, fugado de los campos de prisioneros de Abd
el-Krim, recibido y celebrado como héroe de la patria y su infame y
trágico final.
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Foto: Mundo Gráfico
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“Algunos
años después, frente al pelotón de fusilamiento, el cabo Ignacio
López había de recordar aquella tarde no tan lejana en que su padre
junto al alcalde y casi todo el pueblo acudieron a la estación del
ferrocarril para recibirle con los honores de un héroe de la
patria.” Parafraseando la conocida frase inicial
de la novela de García Márquez, así podría comenzar la crónica
de la trágica historia del soldado Ignacio López.
Primeros
años
Ignacio
López Borrallo nació en la calle Nueva de Valencia del Ventoso a
las siete de la tarde del martes 4 de mayo de 1897, su padres,
Natalio López Tejada y Josefa Borrallo Domínguez formaban una
modesta familia. El padre, natural de la vecina Fregenal de la
Sierra, era un sencillo obrero del campo. Félix Borrallo y Antonia
Domínguez, naturales también de Valencia del Ventoso eran sus
abuelos maternos. Los abuelos paternos eran Román López y Manuela
Tejada, ambos naturales y vecinos de Fregenal.
Como
la gran mayoría de los humildes campesinos extremeños en aquellos
tiempos, el padre, Natalio López, no sabía leer. Sin embargo,
Ignacio si tuvo formación escolar básica. Posiblemente asistiría a
las escuelas diurnas y nocturnas, para adultos, que dirigía en
aquellos primeros años del pasado siglo el buen maestro y divulgador
científico que fuera Juan Bustillo Muñoz. Ignacio siguió el
humilde oficio del campo como su padre y compaginó la escuela con el
trabajo de jornalero agrícola, hasta llegado el momento de entrar en
quintas.
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Natalio López Tejeda, padre de Ignacio - Foto: Familia López Mateos
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El
injusto sistema de quintas
Desde
mediados del siglo XIX, el injusto y perverso sistema de quintas
venía generando un profundo descontento popular, habiendo originado
más de una revuelta y amotinamiento en la Valencia del Ventoso de
estos años de entresiglos. El sistema tenía su origen en la
Constitución de Cádiz de 1812, que vino a establecer en España el
servicio militar obligatorio para los varones. La distintas Leyes de
Quintas que desarrollaron este principio constitucional contemplaban
que los mozos que entraban en quinta podían eludir el servicio
militar mediante un elevado pago en metálico o costeando a un
sustituto, por lo que en la práctica solamente los hijos de los
pobres servían en el ejército de reemplazo.
Unos
años antes de entrar Ignacio López en quintas, la Ley de Quintas de
1912, queriéndose hacer eco del malestar y las revueltas en contra
del sistema, redujo la duración del servicio militar de seis a tres
años y suprimió las sustituciones y la redención del servicio con
pagos en metálico. Pero, sin embargo, creó la figura del soldado de
cuota, que podía reducir el tiempo de servicio en filas a ocho o
incluso a cinco meses con el pago de cantidades desmesuradas e
inalcanzables para las clases humildes. Además el soldado de cuota
debía sufragarse alojamiento y sustento fuera del cuartel, a cambio
podía elegir destino y, por supuesto, quedaba exento del temible
servicio en África.
Desde
1909, España libraba una cruenta guerra colonial en el norte de
Marruecos que enfrentaba a los ejércitos españoles contra los
rifeños, población indígena que poblaba el este del llamado
Protectorado Español de Marruecos. La tribus indígenas del Rif
sostenían una feroz resistencia a la dominación española. Como
hemos visto, pese a las supuestas mejoras de la Ley de Quintas de
1912, continuaron siendo los hijos de los pobres los que siguieron
nutriendo las filas del ejército que sembraba con cadáveres de
jóvenes españoles los árido paisajes del norte de África.
El
inicio del servicio militar comenzaba con el alistamiento del mozo.
Ignacio López fue llamado a filas en el reemplazo de 1918, como
establecía la llamada Ley de Quintas (Ley de Reclutamiento y
Reemplazo de Ejército de 1912). El alistamiento debía realizarse a
comienzos del año en que el mozo cumpliera los 21 años. En el
alistamiento, el ayuntamiento elaboraba un listado de todos los mozos
de la localidad que cumplían los requisitos de edad para el servicio
militar, se censaba a cada mozo tomándole los datos personales. El
tercer domingo del mes de febrero se llevaba a cabo el sorteo de los
mozos en un acto público en el ayuntamiento, a cada mozo se le
asignaba un número que era de gran importancia para el futuro
destino militar del joven. La última parte de este proceso era la
clasificación en la que se determinaba si el mozo era o no útil o
apto para el servicio militar.
La
clasificación de la quinta de 1918 de Valencia del Ventoso tuvo
lugar el domingo 3 de marzo. El martes anterior, 26 de febrero, el
pleno del ayuntamiento había ya acordado nombrar al médico titular,
Francisco Hidalgo Ruiz, para realizar el reconocimiento facultativo a
los mozos y al licenciado del ejército Julián Pujol Suárez para
practicar la talla de los quintos. En el acto de clasificación,
además del reconocimiento por el médico que debía certificar si el
mozo era útil para el servicio militar o, por el contrario, padecía
alguna enfermedad o defecto físico por el que quedara exento, se
medía la altura del joven, se le “tallaba”, para comprobar que
daba la talla mínima fijada por la ley, 1,50 m., también se le
pesaba, el peso debía ser superior a 48 Kg., y se medía su diámetro
torácico, mínimo 75 cm.
Una
vez terminado todo este procedimiento municipal con los quintos de
cada año, el ayuntamiento nombraba a un comisionado o encargado de
presentar, en el mes de agosto, a los quintos disponibles para el
servicio militar en la Caja de Recluta de Zafra, que era a la que en
aquellos años pertenecía Valencia del Ventoso. A partir de ese
momento terminaba la responsabilidad del Ayuntamiento y los quintos
pasaban a ser reclutas, se le entregaba la cartilla militar y
quedaban bajo la jurisdicción del ejército, volviendo de nuevo a
sus casas hasta que desde la Caja se les llamara a concentración.
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Protectorado español de Marruecos. Foto: melillahoy.es
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Rumbo
a África, destino: Melilla
Ignacio
López fue llamado a concentración a primeros de febrero de 1919, a
partir de esta fecha comenzaba a contar el periodo legal de tres años
de servicio activo en filas. Al recluta Ignacio López la suerte le
jugaba una mala pasada, el número que le tocó en el sorteo de
febrero del año anterior le señalaba un destino por todos temido:
África, Melilla, donde se libraba una cruel y absurda guerra.
Ignacio sabía que muchos paisanos no habían vuelto de este trágico
destino, como pasó a los jóvenes Juan Aguilar Redondo y Agustín
Fernández Domínguez, muertos en combate unos años antes, en 1914,
o como el joven Telesforo Cachero Guillen, del reemplazo de 1910,
herido de gravedad en una emboscada cerca del Monte Arruit, posición
donde años más tarde serían asesinados, tras rendirse, más de
tres mil jóvenes soldados españoles.
Una
vez concentrado en la Caja de Zafra, Ignacio López se une al convoy
militar que, primero en tren y luego en barco, le llevará hasta
Melilla. Allí se incorpora a su destino: el Regimiento de Infantería
Melilla n.º 59, en la 6º compañía del segundo batallón. Los tres
primeros meses, tras la incorporación de Ignacio al Regimiento, son
los dedicados al periodo de instrucción de reclutas, teórica y
prácticas militares, tras el cual a mediados de mayo, juró bandera,
acto simbólico de obediencia que convertía al recluta en soldado.
Con
ese corto periodo de formación militar, tres meses escasos de
instrucción, se suponía que el recluta, ya convertido en soldado,
estaba preparado para entrar en combate. Ignacio López pasa a ser
uno de los trompetas de su regimiento debido seguramente a algún
conocimiento musical adquirido en la Banda Municipal de Música de su
pueblo. Estos primeros meses de la vida de cuartel son relativamente
tranquilos. Durante el periodo de la Gran Guerra Europea, que acababa
de terminar a finales de 1918, la Guerra de Marruecos pasó por una
etapa tranquila sin muchos incidentes.
A
primeros de febrero de 1920 toma posesión de la Comandancia General
de Melilla el general Manuel Fernández Silvestre, un militar con
fama de temerario y bravucón, gran amigo del Rey Alfonso XIII, y
que unos años antes había sido ayudante de campo del monarca. Desde
Melilla, Silvestre comienza una invasión progresiva del Rif con la
intención de pacificar esta levantisca región oriental del
Protectorado Español de Marruecos. El destino final era llegar a la
bahía de Alhucemas. Cerca de esta bahía estaba el poblado de Axdir,
donde tenía su base de operaciones o cuartel general el líder
rifeño Abd-el-Krim.
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General Manuel Fernández Silvestre - Imagen: lavanguardia.com
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El
Desastre
A
mediados de enero de 1921 las fuerzas españolas desplegadas al oeste
de Melilla inician un amplio avance en dirección a Alhucemas con el
objetivo de vencer la rebelión rifeña y dar por acabada una guerra
que duraba ya demasiado, más de 12 años. En esos días de mediados
de enero las fuerzas del general Silvestre llegan a Annual, una falsa
elevación difícil de defender y casi sin agua, e instalan allí su
base avanzada de operaciones, estaban a 106 km. de Melilla y a poco
más de treinta de su objetivo: la bahía de Alhucemas.
Desgraciadamente el final de este despliegue militar no será el
previsto por Silvestre y el nombre de Annual quedará asociado para
siempre a un trágico desastre militar: El Desastre de Annual.
En
este avance el soldado Ignacio López junto a unos mil soldados de su
regimiento, el Melilla, 59, bajo el mando del coronel Silverio
Araujo, quedan acantonados en la retaguardia de Annual defendiendo la
posición de Dar Quebdani, a 65 kilómetros al oeste de Melilla en
dirección a Annual y Alhucemas, posición establecida en diciembre
de 1920 cuando se tomó el Monte Mauro y sus inmediaciones. Mientras
el resto de las fuerzas al mando del general Silvestre siguen su
avance hacía la bahía de Alhucemas.
A
finales de mayo las tropas españolas toman la posición de Monte
Abarrán, a quince kilómetros de Annual. El día 1 de junio la
guarnición de Abarrán es aniquilada por los rifeños, es el
preludio del desastre.
Entre
los días 17 y 21 de julio los rifeños ponen cerco a Igueriben,
posición cercana a Annual, casi todos los soldados españoles mueren
pasados a cuchillo por los moros, 208 muertos. Algunos escapados,
diez o doce, aterrados, medio muertos de hambre y sed, van llegando a
Annual, cuatro mueren entre violentos espasmos, tras atracarse
ciegamente de agua. Muchas otras posiciones que intentan retirarse
hacia Annual van siendo aniquiladas.
El
día 22 el fuerte de Annual sufría el asedio de miles de rifeños
armados y envalentonados por las victorias conseguidas. Los efectivos
de la harka rifeña que asedia Annual se calculan entre ocho mil a
diez mil hombres. Ante la deserción de la policía indígena que se
pasó al bando rifeño y temiendo que Annual se convierta en una
ratonera como había pasado con Igueriben, el general Silvestre
ordena la retirada a la posición de Dar Drius.
Los
inexpertos soldados de reemplazo, abandonados por casi todos sus
oficiales, al verse sometidos al duro fuego enemigo y tratando de
salvar sus vidas, convierten la retirada en una desbandada
desesperada hacia Melilla en la que cada uno trató de sobrevivir
como pudo. La mayoría de los que huyen despavoridos caen antes las
balas rifeñas. Muchos se refugian en el desfiladero del monte
Izzumar, una trampa mortal en la que son cazados como ratas. Más de
mil muertos. Del general Silvestre nunca se volvió a saber nada,
unos dicen que murió en el fragor del combate y que fue
descuartizado por los rifeños, otros que se suicidó pegándose un
tiro. Su cadáver nunca apareció. Con la caída de la posición de
Annual se inicia el desastre que llevará su nombre. Las posiciones
españolas irán cayendo, como fichas de dominó, una tras otra.
La
tarde del 22 de junio comienzan a llegar a la posición de Dar
Quebdani, donde se encuentra el soldado Ignacio López, algunos
escapados con las dramáticas noticias de la caída de Annual, la
muerte del general Silvestre y los detalles del dramático desastre.
Dar
Quebdani era una posición de muy malas condiciones defensivas, no se
había hecho obra alguna para ello hasta después de los sucesos de
Abarrán en que se le hizo un parapeto y se puso una alambrada.
La noche del 23 de julio el enemigo comienza a
atacar la posición poniendo cerco a la misma. Lo que va a suceder a
continuación en Dar Quebdani supone uno de los sucesos mas mezquinos
y desgraciados del desastre español en Annual. En la posición al
mando del coronel Silverio Araujo se encuentran casi mil hombres:
dos jefes, 37 oficiales y 957 soldados.
Una
compañía que sale de la posición de Dar Quebdani en busca de
suministro de agua es cercada por los rifeños, la posición queda
desabastecida de agua. En lugar de proceder al desbloqueo de la
compañía de suministro, el coronel Araujo pacta con los rifeños la
compra de agua por quinientas pesetas. Los moros se quedarán con las
quinientas pesetas y con el agua.
A
pesar de este engaño, el coronel Araujo y sus oficiales deciden
pactar con los rifeños la rendición de la posición. Se llegó al
acuerdo de la entrega de 5.000 pesetas, una cantidad al parecer
escasa para salvar la vida de mil hombres pero suficiente pago para
salvar a los casi cuarenta oficiales.
Según
el acuerdo pactado, la mañana del 25 de julio se mandó formar a la
tropa dándoles orden de depositar las armas en el suelo junto con el
correaje. Según este pacto debían salir de la posición primero el
coronel, luego los oficiales y por último los soldados. Pero todo se
precipita y ocurre al revés. Los rifeños que cercan el campamento
se abalanzan, cruzan el parapeto y, en medio de un griterío
atronador, corren en busca de las armas dejadas por los soldados.
Sorprendida la tropa corre aterrorizada y desarmada saltando el
parapeto para huir de la masacre que intuyen. Algunos oficiales
intentan detenerlos y calmarlos, pero no lo consiguen y son ellos
los primeros en morir. Algunos soldados logran armarse y defenderse
pero mueren también. Los oficiales que habían convenido el pacto se
apartan congregándose en torno al coronel, dejando a la tropa sola y
desarmada. El mezquino coronel Araujo y sus desvergonzados oficiales
salvarán la vida y serán hechos prisioneros a cambio de la vida de
casi novecientos jóvenes soldados que perecen en la encerrona.
El
soldado Ignacio López fue uno de los pocos de la posición de Dar
Quebdani que logra salvar la vida. Seguramente fuera su destino de
trompeta, que le obligaba a estar junto a los jefes y oficiales
para poder transmitir las órdenes a la tropa con los toques de
ordenanza, lo que le salvó la vida.
En
estos sucesos de la segunda quincena del mes de julio de 1921, lo que
se conoce como el “Desastre de Annual”, perderán la vida entre
8.000 y 10.000 soldados españoles, aunque algunos historiadores
elevan esta cifra a 13.000.
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Posición de Dar Quebdani - Tarjeta postal de la época
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Prisionero
de Abd-el-Krim
Ignacio
López, junto a otros compañeros, de los pocos que pudieron escapar
de la encerrona de Dar Quebdani, desarmados, vagan, sedientos y
espantados, huyendo de los temibles rifeños. Según el mismo Ignacio
contará después a Tomás Segado, periodista del Telegrama del Rif
de Melilla, fueron atacados por unas moras armadas de gumías que
intentaron matarlos y a punto estuvieron de acabar con uno de ellos
si no hubiera sido por la aparición de un moro ante cuya presencia
huyeron. Este moro amigo les indicó el camino a seguir para no caer
en peligro. Siguieron andando con el ánimo de llegar a las líneas
españolas pero fueron nuevamente detenidos por otro moro al que
reconocieron como sargento de la policía indígena que, como tantos
otros, se había pasado al enemigo. Este moro trató de robarles el
dinero del que carecían, y enfurecido por no poder conseguir botín
alguno disparó su fusil matando a un cabo compañero de Ignacio del
regimiento Melilla y a un soldado de artillería que también iba en
el grupo. Ante los disparos del moro todos huyen arrojándose
precipitadamente por una pendiente de 25 metros del altura de la que
por fortuna salen ilesos. Después de varios días expuestos a
continuados peligros en el errático camino recorrido, son hechos
prisioneros cerca de la posición del Hach el Merini, en la zona de
Annual, una posición intermedia en el camino de Dar Quebdani a
Kandussi.
Relata
Ignacio, en otra entrevista, que tras ser detenidos les trasladan a
Nador. Este traslado hubo de ocurrir en fecha posterior al 3 de
agosto en que fue tomada la plaza de Nador por los rifeños. En
Nador debieron estar poco tiempo los prisioneros, la plaza fue
recuperada por los españoles el 17 de septiembre. Cuenta Ignacio que
ante de la entrada de los españoles en Nador fueron trasladados a
Yebel Kaman, campamento situado en el monte Kaman entre Annual y
Alhucemas.
Durante
los más de cinco meses de cautiverio en Kaman, Ignacio formó parte
de una brigada de trabajo compuesta por 22 prisioneros bajo la
vigilancia de nueve rifeños que, alimentados con una escasa dieta
diaria de un poco de pan de cebada y un puñado de higos, trabajaban
de sol a sol en la construcción de la carretera de Kaman a Beni
Urriaguel.
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Posición de Hach el Merini - Tarjeta postal de la época
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La
fuga
Ignacio
López junto a otros compañeros de cautiverio llevaban tiempo
planificando una fuga. Además de ser el más veterano de todos,
Ignacio tenía experiencia en fugas: lo había intentado ya en otra
ocasión, pero descubierto y detenido por sus captores sufrió un
ejemplar escarmiento, fue apaleado salvajemente y castigado a
arrastrar unas duras cadenas, con la amenaza de que un nuevo intento
lo pagaría con la vida. En principio el plan era evadirse por tierra
hacia el interior, en dirección a Tafersit, buscando las líneas
españolas. La salida hacía la isla de Alhucemas, posición española
más cercana, les aterrorizaba, ninguno de ellos sabía nadar y no
tenían experiencia en el manejo de embarcación alguna.
La
ocasión llegó cuando comprobaron que dos de los rifeños que les
custodiaban, que habían pertenecido al ejército español como
policías indígenas, estaban dispuestos a ayudarles, incluso a
acompañarles y huir con ellos a la zona española.
Descartada
la opción de escapar por tierra hacía el interior en dirección a
Tafersit, dado que las línea españolas se encontraban aún muy
lejos de esa zona, que el esperado avance de esas líneas no acababa
de producirse y que tendrían que atravesar las peligrosas líneas
enemigas, decidieron intentar la fuga por Alhucemas que era la plaza
española más cercana.
Uno
de los moros comprometidos en la fuga, Mojamé Ben-Amar, consiguió
permiso de sus jefes para acercarse a la plaza española de Alhucemas
a realizar unas compras. Aprovechando esta ocasión, Ignacio López
redacta una carta dirigida al comandante militar de Alhucemas, en
ella le anuncia sus intenciones de fuga para que estuvieran alertas
con el fin de socorrerles en la corta pero temida travesía desde la
playa de Tensaman. Ben-Amar en su visita a Alhucemas logró
entrevistarse con el comandante militar, entregarle la carta y
ponerle al corriente de la fuga que preparaban.
En
el regreso de Alhucemas al poblado de Kaman, Ben-amar esconde y
camufla en la playa de Tesaman el bote que iban a necesitar para
completar la huida. Todo queda preparado para la fuga, tiene que ser
ahora o nunca. Ignacio y los compañeros que habían estado tramando
la escapada lo comunican a los otros prisioneros. De los 22 solamente
ocho están decididos a correr el riesgo de la peligrosa aventura.
Los
prisioneros conjurados en la fuga junto a Ignacio López son: los
cabos Manuel López Sánchez, natural de Ciudad Real y Mario
Cifuentes Mellado, de Córdoba, los soldados Pedro Martín Ronda, de
Colmenar (Málaga), Francisco Morujo Calleja, de San Vicente de
Alcántara (Badajoz) y José Reina Reina, de Nerpio (Albacete), todos
ellos del regimiento Melilla, 59, el cabo Antonio Martínez Mañas,
de Alhama (Murcia), del regimiento Mixto de Artillería, y Manuel
Ocaña Gutiérrez, de Madrid, de la Brigada Disciplinaria, más los
dos soldados nativos Mojamé Ben-Amar y Belain Ben Mojatar de la
Policía Indígena.
Llega
el día propicio para intentar la huida, los dos moros amigos estarán
de guardia esa noche que será oscura, sin luna. Aún así los ocho
cautivos no acaban de ponerse de acuerdo, es mucho el gran riesgo que
corren, sobre todo Ignacio que ya ha sido advertido del máximo
castigo que sufriría si son descubiertos. Para romper la indecisión
acuerdan jugarlo todo a la suerte, una moneda al aire resolverá si
se fugan o se quedan. Una “perra gorda”, moneda de 10 céntimos
de peseta, decidirá la suerte, si sale cara se fugan, si cruz se
quedan. Aprobada la idea por todos, Ignacio lanza la moneda al aire,
al caer al suelo todos pueden ver la figura femenina de la diosa o
matrona Hispania, la cara de la “perra gorda”, ha salido cara, la
suerte les indica que marchen sin cuidado.
Aprovechando
la oscuridad, a las once de la noche del martes, 7 de febrero, los
ocho soldados españoles, guiados por los dos colaboradores moros
implicados en la fuga y que esa noche estaban de guardia, escapan a
prisa y en silencio del cautiverio. Descolgándose peligrosamente por
escarpados barrancos entre peñascos y chumberas, en poco más de
hora y media han salvado los más de diez kilómetros que les
separaban de la playa de Tesaman.
Cuando
vieron el bote y la playa despejada de enemigos comenzaron a creer
que la salvación estaba cerca. Echaron el bote al agua y se pusieron
a remar como locos, pero sin orden ni concierto. Su falta de
habilidad marinera y el fuerte levante reinante aquella noche, hacían
que, pese al descomunal esfuerzo, el bote no avanzara y dieran
vueltas sin apenas alejarse de la playa. Desesperados y horrorizados
por el posible fracaso, aquellos improvisados marineros no se rinden
y tras más de tres horas de esfuerzos consiguen llegar a la vista de
la isla. En ese momento comienzan a prender las linternas o
farolillos que habían convenido con el comandante de la posición.
La
guardia de la Compañía del Mar en Alhucemas, que estaba avisada
por el comandante, al ver las lucecillas no tardaron en salir en un
bote al encuentro. Los cautivos llegan al muelle, saltan a tierra y
se abrazan a sus compañeros de la Compañía del Mar, la alegría es
inmensa, por fin libres después de más de seis meses de cautiverio.
Son casi las cinco de la mañana del miércoles 8 de febrero. Los ya
ex-cautivos son acompañados a unas dependencias donde puedan
descansar y reponer fuerzas.
Al
día siguiente, 9 de febrero los ex-cautivos son trasladados, a bordo
del Cañonero Recalde, de Alhucemas a Melilla, donde llegan esa misma
tarde.
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Cañorero Recalde
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La
noticia de la evasión
salta a la
prensa
Por
aquellos días, primeros de febrero de 1922, el asunto de los
prisioneros de Abd-el-Krim era un tema de actualidad que preocupaba a
la opinión pública, era noticia de portada casi a diario en los
periódicos y había suscitado acalorados debates en el Congreso de
los Diputados. El gobierno no acababa de tomar una decisión al
respecto. Las opiniones estaban divididas entre pagar el elevado
rescate que había fijado Abd-el-Krim, cuatro millones de pesetas, o
liberar a los prisioneros mediante una operación militar.
Unos
días después de la fuga de Ignacio López y sus compañeros, los
más de cuatrocientos prisioneros de Abd-el-Krim, entre jefes
oficiales, soldados y civiles, que habían estado concentrados en
Annual, son trasladados a Yebel Kaman. Posteriormente serán
trasladados a Axdir, cerca de la bahía de Alhucemas.
En
aquellas fechas todas las novedades relacionadas con los prisioneros
del desastre se consideraban de rabiosa actualidad. La proeza de la
fuga de Ignacio López y su compañeros salta de inmediato a las
portadas de la prensa, haciéndose eco de ella todos los periódicos
de tirada nacional y casi todos los de provincia.
El
primer periodista que entrevista a los fugados es el soldado
salmantino de la guarnición de Alhucemas, Pablo Barbero, que ejerce
de corresponsal oficioso del diario El Adelanto de Salamanca,
pero cuya excelente y completa crónica no se publicará hasta el 21
de febrero en que El Adelanto la saca destacada en su portada.
La
primera noticia de la llegada de los cautivos la publica el periódico
de Melilla El Telegrama del Rif el 10 de febrero y, a través
de las agencias, casi todos los periódicos nacionales se hacen eco
de la noticia. Al día siguiente el mismos periódico lleva en portada
una amplia y completa crónica que firma el periodista Tomás Segado.
El
Correo de la Mañana, de Badajoz, publicará el día 15 la
crónica de Tomás Segado. Poco después comenzarán a aparecer
publicadas las fotos del grupo de cautivos fugados en las principales
revista ilustradas como Mundo Gráfico.
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Los prisioneros fugados - Foto: historiasdelahistoria.com
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Regreso
a casa. Recibimiento en Valencia del Ventoso
Una
vez en Melilla, los prisioneros recién llegados se incorporan a
cada una de sus unidades donde les liquidan los atrasos
correspondientes a los poco más de seis meses de cautiverio. Casi
todos pasan a disfrutar unos días de permiso antes de reintegrarse
de nuevo al servicio, excepto, el más veterano, Ignacio López, que
habiendo cumplido ya sus tres años reglamentarios de servicio
militar es licenciado y viaja seguidamente a la península a reunirse
por fin con sus familiares y amigos.
Ignacio
López va a encontrar a su llegada un pueblo distinto al que dejó.
En estos tres últimos años, en que Ignacio ha estado cumpliendo
con la patria en la Guerra de Marruecos, la realidad política y
social de Valencia del Ventoso ha sufrido un brusco cambio.
En
octubre de 1918, pocos meses antes de la incorporación a filas de
Ignacio López, ocurrieron en la localidad unos lamentables y
trágicos sucesos. Como consecuencia del paro, la carestía de vida y
el hambre tiene lugar una prolongada huelga y protesta social de
campesinos, braceros y empleadas de hogar que se salda con numerosos
heridos, varios huelguista fallecidos en enfrentamientos con las
fuerzas públicas y un elevado número de detenidos que son
procesados y condenados a severas penas de prisión.
La
huelga y protesta social de finales de ese verano de 1918 estuvo
dirigida desde la Sociedad Obrera “La Fraternidad” que contaba
con más de 700 afiliados de ideologías sindicales anarquistas y
socialista. El Centro Obrero, domicilio social de “La Fraternidad”,
estaba en la calle Méndez Núñez, cerca de la confluencia con la
calle Nueva en que se encontraba el domicilio familiar de Ignacio
López, quien posiblemente fuera testigo directo del trágico
enfrentamiento de los huelguistas con las fuerzas pública. Los
dramáticos sucesos ocurrieron a las puertas del Centro Obrero en esa
confluencia de la calle Méndez Núñez con la calle Nueva.
Como
consecuencia de los sucesos de octubre la mayoría de los dirigentes
de “La Fraternidad” son encarcelados, y en ese mismos mes de
octubre la Sociedad Obrera solicita su ingreso y el de sus más de
setecientos afiliados en el Partido Socialista.
En
abril de 1920, poco más de un año después, y tras un amplio
triunfo socialista en la elecciones municipales, Valencia del Ventoso
se convertirá en la tercera población de Extremadura con alcalde
socialista, tras Azuaga y Llerena. El primer alcalde socialista de la
localidad será Cruz Martínez García que sustituye al conservador
Felipe Fernández Hermosilla. En mayo de 1921, Cruz Martínez dimite
de su cargo de alcalde siendo sustituido por el también socialista
Andrés Amaya Indiano.
Será
este buen alcalde socialista, Andrés Amaya, el que organiza y
preside el emotivo y multitudinario recibimiento oficial del
soldado Ignacio López a la llegada a la estación de ferrocarril de
su pueblo la tarde del sábado 18 de febrero de 1922.
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Andrés Amaya Indiano, alcalde de Valencia del Ventoso en 1922 - Foto: Lorenzo Prada Amaya
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La
crónica del recibimiento la publica el Correo de la Mañana
de Badajoz en la edición del día siguiente:
VALENCIA DEL VENTOSO
A un ex prisionero se le
recibe de manera grandiosa- 18, 18.50 h.
En el tren de la tarde, y procedente de Marruecos, llegó el
soldado, hijo de este pueblo, Ignacio López Borrallo.
Este bravo muchacho, que pertenece al regimiento de Melilla,
número 59, ha gemido en el cautiverio, prisionero de Abd-el-krin,
desde la trágica jornada de Annual, logrando evadirse hace poco de
la cabila de Kamal, donde había sido conducido por el cabecilla moro
en unión de tantos otros españoles, hermanos en la desgracia.
El Ayuntamiento organizó el recibimiento, que resultó imponente,
grandioso.
Más de 6.000 almas, el pueblo entero, se había congregado en la
estación del ferrocarril.
Al legar el tren, la banda de música entonó la “Canción del
soldado”, y el inmenso gentío prorrumpió en aclamaciones de
cariño y alegría.
Después se organizó una gigantesca manifestación que llevó al
soldado ex prisionero hasta su propia casa.
El entusiasmo por las calles del pueblo adquirió proporciones
desconocidas.
Puede decirse que hoy Valencia del Ventoso ha vivido su mejor día
de fiesta.- (Corresponsal)
Nota de la Redacción.- Correo de la Mañana se suma a este
desbordamiento de cariño y entusiasmo que tanto y tan alto habla de
los sentimientos humanos de un pueblo, y envía regocijado al bravo
soldado extremeño Ignacio López Borrallo un efusivo y cordial
saludo de bienvenida.
Pasada
la resaca del memorable recibimiento, Ignacio López vuelve a su vida
rutinaria y familiar, se incorpora a los trabajos eventuales del
campo y poco tiempo después, como casi todos los mozos una vez
cumplido el servicio militar, contrae matrimonio con su novia Josefa
Gordón Chamizo. La novia es natural de la vecina localidad de Medina
de las Torres, y allí fija el nuevo matrimonio su domicilio familiar
en la calle Calvario.
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Estación de ferrocarril de Valencia del Ventoso a principios del siglo XX - Foto: Archivo Histórico Municipal de Zafra
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El
“Desastre” se repite: El
Ejército de África, la
columna de la muerte, avanza
por Extremadura.
Un
año después del regreso de Ignacio López a su pueblo, en
septiembre de 1923, los graves acontecimientos y consecuencias de la
catástrofe del desastre de Annual favorecen, con el beneplácito del
rey Alfonso XIII, la llegada de la Dictadura del general Primo de
Rivera. Dos años más tardes en septiembre de 1925 tendrá lugar el
desembarco de Alhucemas, lo que va a suponer el principio del fin de
la Guerra de Marruecos, que quedará completamente pacificado poco
después, en el año 1926.
En
enero de 1930 dimite el dictador Primo de Rivera. Poco después y
tras la elecciones municipales del domingo 12 de abril de 1931, el 14
de abril se proclama la Segunda República española, ese mismo día
Alfonso XIII abandonará España camino del exilio. La llegada de la
República fue recibida con alegría y esperanza, sobre todo por la
clase humilde y trabajadora que veía en el nuevo régimen una puerta
abierta a la esperanza y a sus anhelos de libertad y justicia social.
Pocos
meses después de la victoria por mayoría absoluta del Frente
Popular en la elecciones generales de febrero de 1936, el Ejército
de África, ese en el que Ignacio López tanto sufrió y al que
dedicó con lealtad tres años de su juventud, se subleva contra el
legítimo gobierno de la Segunda República. Las tropas africanas
comienzan a llegar a Sevilla el domingo 19 julio de 1936, dos días
después del golpe militar.
A
primeros de agosto dos columnas de ese Ejército de África,
dirigidas por el teniente coronel Asensio y el comandante Castejón,
salen de Sevilla con dirección a Mérida, dispuestas a llegar a
Madrid. Las tropas rebeldes avanzan siguiendo el trayecto de la
antigua carretera Sevilla-Mérida. Estas columnas, formadas
mayoritariamente por moros, legionarios y regulares, van sembrando el
terror por las poblaciones que pasan: asesinatos, violaciones,
saqueos, vejaciones, son los espantosos sufrimientos sometidos a la
población civil simpatizante de la República de las localidades por
donde pasan las columnas rebeldes en su avance.
En
pocos días y sin apenas resistencia son ocupadas las poblaciones de
El Ronquillo y Santa Olalla. El 4 de agosto la columna de sublevados
entra en Extremadura y toman Monesterio. Fuente de Cantos y
Calzadilla de los Barros caerán el 5 de agosto en mano de los
rebeldes que siguen en dirección a Los Santos de Maimona que, tras
un desigual combate en la Sierra de Los Santos, cae en manos de los
rebeldes esa misma tarde del 5 de agosto. El día 7 tropas rebeldes
al mando del comandante Castejón entran en Zafra, ese mismo día
será tomada por los rebeldes la vecina población de Puebla de
Sancho Pérez.
Como
ya dijimos, Ignacio López pertenecía a una familia humilde y
obrera. Sabemos que su hermano Antonio formaba parte de las
Juventudes Socialista y era un asiduo asistente a las actividades de
la Casa del Pueblo de Valencia del Ventoso. Como la gran mayoría de
los obreros y braceros del campo en aquellos tiempos, Ignacio era
simpatizante de la República.
Nos
cuentan las nietas de Antonio, hermano de Ignacio, que tras la toma
de Puebla de Sancho Pérez y Calzadilla de los Barros por las tropas
rebeldes y ante la inminente caída de Medina de la Torres, sus
familiares en Valencia del Ventoso aconsejan a Ignacio que vuelva a
su pueblo con su familia donde estaría más seguro. Ignacio les
responde que no tiene nada que temer, que él no ha hecho daño a
nadie y no le pasará nada. Como muchos otros inocentes Ignacio se
equivoca, el objetivo de los militares sublevados no era impartir
justicia, sino escarmentar con el terror y la barbarie a todos los
simpatizantes de la República.
El
sábado 8 de agosto una columna de sublevados formada en Fuente de
Cantos y compuesta de falangista, requetés, guardias civiles y
voluntarios al mando del capitán Ernesto Navarrete entra sin ninguna
resistencia en Medina de las Torres. El día siguiente, domingo 9 de
agosto toma posesión la Comisión Gestora del Ayuntamiento, nombrada
el día anterior por el capitán Navarrete.
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Panteón en el cementerio de Medina de las Torres donde reposan los restos de Ignacio López desde 1979 - Foto: Lorenzo Suárez
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Trágico
e infame final. Cien
años de olvido.
A
partir de mediados de agosto y hasta finales de septiembre son
asesinadas en las tapias del cementerio de Medina de las Torres más
de cincuenta personas, 14 mujeres, dos de ellas jóvenes de poco más
de 18 años y más de 40 braceros y obreros. Sus cuerpos son
enterrados en una fosa común del cementerio.
Ignacio
López Borrallo es una de las víctimas, uno más de esos cuarenta
obreros asesinados en Medina a finales de agosto. De nada le ha
servido no haber hecho daño a nadie, ni haber sido reconocido pocos
años antes como un héroe de la patria. Ignacio tenía 39 años, el
terrible asesinato deja desolados y desamparados a su mujer e hijos.
Durante
más de cuarenta años el cadáver de Ignacio López permanecerá
olvidado junto a los de las otras más de cincuenta personas
asesinadas, ignorados en una anónima fosa común del cementerio.
Será
en el año 1979, tras las primeras elecciones municipales de la
democracia, cuando el alcalde socialista Antonio Maya Carmona inicie
la recuperación de la memoria de los asesinados en 1936. El nuevo
consistorio, gobernado por los socialistas, inicia una suscripción
popular, en la que el ayuntamiento también participa, con objeto de
dar un enterramiento digno a los restos de las víctimas que yacen en
la fosa común. Los cadáveres son exhumados y trasladados a un
sepulcro o monumento funerario donde figuran los nombres de todas y
cada una de las víctimas.
En
este mes de febrero se han cumplido cien años de la fuga de Ignacio
López Borrallo del campo de prisioneros de Abd-el-Krim y del
multitudinario recibimiento que, como héroe de la patria, le rindió
su pueblo. Sirva este artículo como humilde aportación a la
dignificación y reparación de la memoria de Ignacio López
Borrallo.
©
Lorenzo Suárez, febrero
de 2022
Nota:
Nuestro agradecimiento al escritor Carlos Parrilla, quien nos
advirtió a mediados de enero del inminente centenario de la fuga del
grupo de prisioneros, lo que ha posibilitado que pudiéramos publicar
este artículo con motivo del centenario de esos acontecimientos.
Fuentes
consultadas
Fondos
documentales
-
Archivo
Histórico Municipal de Valencia del Ventoso.
-
Archivo
Histórico Municipal de Medina de las Torres.
-
Registro
Civil de Valencia del Ventoso.
-
Registro
Civil de Medina de las Torres
Fuentes
jurídicas
Ley
de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército – Gaceta de Madrid, 21
de enero de 1912
Publicaciones
periódicas
Publicaciones
periódicas de la época consultadas en distintos repositorios y
hemerotecas digitales de libre acceso desde Internet: Correo de
la Mañana (Badajoz) – El Adelanto (Salamanca) – El
Globo (Madrid) – El Heraldo Militar (Madrid) - El
Imparcial (Madrid) – El Liberal (Madrid) - El
Noticiero Gaditano (Cádiz) – El Telegrama del Rif
(Melilla) - La Correspondencia de España (Madrid) –
La Correspondencia Militar (Madrid) – La Libertad (Madrid)
– La Publicidad (Madrid) – La Región Extremeña
(Badajoz) - La Voz (Madrid) – Mundo Gráfico (Madrid)
Bibliografía
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militar al bunker – Arquitecturas militares y fortificaciones
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2009.
ESPINOSA MAESTRE, Francisco.
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SERVICIO
HISTÓRICO MILITAR, Historia de las Campañas de Marruecos -
Volumen III- Ed. Ministerio de Defensa, Madrid, 1947-2007.
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Webgrafía
SÁNCHEZ REGAÑA, Javier: El
Desastre de Annual: http://desastredeannual.blogspot.com/
Los nombres del Desastre de Annual:
http://losnombresdeldesastre.blogspot.com/